Alta Traición
No amo a mi patria
Su fulgor abstracto
es inasible
Pero (aunque suene mal)
daría la vida
por diez lugares suyos,
cierta gente,
puertos, bosques de pinos,
fortalezas,
una ciudad deshecha,
gris, monstruosa,
varias figuras de su historia,
montañas
–y tres o cuatro ríos
–José Emilio Pacheco
Hay que decirlo: nuestra ciudad cada vez es más compleja, caótica y surrealista. A nosotros nos gusta pensar que esos rasgos inesperados son los que, al fin y al cabo, definen el día a día y hacen inevitable la relación de amor-odio que todos los capitalinos tenemos con la Ciudad de México.
Hoy traducimos ese amor-odio para celebrar aquellos proyectos de la ciudad –que hemos publicado en LOCAL– por los que vale la pena seguir aquí, pues aunque monstruosa, gris y ya sin ríos, los conserva en sus entrañas y permite que nos la apropiemos desde la música, las imágenes y los colores que producen quienes los crean.
Estos son algunos de los proyectos por los que vale la pena quedarnos aquí:
1. Por los sonideros, parte fundamental de la cultura mexicana.
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2. Por su Acción Poética, porque sin poesía no hay ciudad.
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3. Por que la música, los recuerdos de la música y las ciudades de estos tiempos nos invitan a gritar más que a susurrar.
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4. Por sus árboles locales, como el Pirul que, descubrimos, no es de aquí pero se naturalizó.
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5. Por iniciativas como RRD, el punto de intercambio de revistas raras y de colección que está afuera del metro Juanacatlán.
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6. Por la contribución de las artes plásticas al bienestar social de México que tuvimos a partir de la construcción de la Unidad Independencia.
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7. Por la revista Mi Valedor, porque refleja el destierro de tantos en su propia ciudad.
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8. Porque hay 15 clubs que son de lo más insólito: desde los coleccionistas de Hot Wheels, los K-pop dancers o los que se reúnen a contar sus experiencias cercanas con la muerte.
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9. Por la fauna local, como la Tarántula del Pedregal, y toda la gente que se dedica a conservarla.
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10. Por último, nos quedamos por los que se van, como los Pedros migrantes que viven en Estados Unidos, a quienes Sofía Muñoz retrató para romper el estereotipo que muchas veces los define.