La Narvarte es el lugar del taco perpetuo. En sus triángulos perfectos conviven el taco de carnitas, el taco norteño y el taco al pastor. Pero no todo en la Narvarte es taco. Sobre la hipotenusa de un triángulo están las Tortas Jorge. Su nombre es franco, no se anda con rodeos y tampoco busca competir con el imperio taquero. Desde 1950 están en un edifico –discreto, inmutable– que se estrecha hacia una esquina. Una ventanita y unos bancos saludan al visitante que, si es conocedor, ya sabe qué pedir para llevar: la torta de lengua: una pequeña e inesperada cúspide a la que se llega por sólo $27 pesos.
Adentro la cosa cambia. Los manteles, las sillas y las servilletas son color bolillo. ¿Es una lonchería, una fonda, una cantina? Todo eso. Incluso podría ser un museo de la tauromaquia: hay carteles y fotos de toreros por doquier. Varias cabezas bovinas lucen extrañamente atentas y parecen preguntar al comensal: ¿todo bien?
Tortas de 30 pesos y comida corrida
El menú de Tortas Jorge es amplio pero no abrumador. Las tortas mandan: hay que probar la de lomo ahumado con mostaza, la cubana, la de pavo adobado. Aunque son pequeñas y modestas, ninguna sobrepasa los 30 pesos. También hay tacos dorados, chalupas y enchiladas. Tienen dos opciones de comida corrida: la estándar cuesta 60 pesos y la ejecutiva de 100, pero esta incluye una copa de tequila o jerez. Sopa y postre incluidos.
Coctelería a la vieja usanza – 50 pesos
La coctelería es un mapa lírico de la vieja escuela: piedra, bull, pusilánime, amanecer, cenicienta, paloma, conga, taladro, monja, lagartija, desarmador. Ya casi nadie sabe qué llevan pero cualquiera cuesta 50 pesos.
Y Tortas Jorge también es escenario. Una cortina amarilla y un micrófono anuncian la bohemia coronada por guitarras que empieza a eso de las 9 de la noche. Allí cantan a José José, a Los Panchos, a Armando Manzanero. A veces hay ópera pero esto no nos consta y sólo los clientes más fieles, los que van desde hace por lo menos cuarenta años, pueden asegurarlo.
[snippet id=”55830″]