De todas las colonias de la ciudad, probablemente la Guerrero es la que mejor hace honor a su nombre. La suya es una historia que avanza al ritmo en que sus colonos se adaptan a los tiempos. Caminarla es como recorrer con la mirada un registro detallado de nuestra historia urbana; las fachadas de sus edificios nos hablan de un pasado repleto de opulencia, pero también de una transformación acelerada que apareció junto con la Estación Buenavista.

La fundación de la Guerrero

Antes de la llegada de los españoles, en el espacio que hoy ocupa la colonia Guerrero estaba el barrio mexica de Cuepopan que, de una forma u otra, siempre estaba lleno de guerreros. Durante años, este terreno fue el escenario de las batallas entre tenochcas y tepanecas; también entre Tenochtitlan y Tlatelolco.

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Plano de la Ciudad de México para 1867. Foto: Casa Rivas Mercado

Una vez consumada la conquista, Cuepopan pasó a ser uno de los barrios que formaron parte de la periferia de la ciudad y, por ende, una zona reservada para los indígenas. Lo rebautizaron como Santa María Cuepopan y en su centro, como ocurría en todos los barrios de indios, levantaron una iglesia que los monjes de la orden franciscana dedicaron a la Asunción de María Santísima y es la iglesia que hoy conocemos como Santa María la Redonda. 

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Iglesia de Nuestra Señora de los Ángeles.

Los solicitados panteones de la colonia

Además de fungir como escuela para indígenas, esta iglesia tenía bajo su control el cementerio de Santa Paula que abrió en 1779 para recibir a los enfermos de cólera. Para 1836 el barrio de Santa María Cuepopan se convirtió en el Barrio de Los Ángeles y su cementerio se convirtió en panteón general porque los cementerios vecinos comenzaron a saturarse y apenas un par de años más tarde se convertiría en el panteón más socorrido de la ciudad. Curiosamente, este cementerio influyó en la buena reputación de la colonia, pues con húespedes como el expresidente Melchor Múzquiz y la pierna de Antonio López de Santa Anna, descansar ahí era un lujo.

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Niños en el cementerio de Santa Paula. Foto: WikiMexico

En 1872 demolieron el panteón para dar paso a la construcción del Palacio de Bellas Artes en 1906. Pero ese no fue el único panteón lujoso de la Guerrero, también está el Panteón de San Fernando, uno de los más caros y pequeños en toda la ciudad. Allí descansan los restos de  Melchor Ocampo, Miguel Lerdo de Tejada, Ignacio Comonfort, Ignacio Zaragoza y Benito Juárez quien mandó clausurar el panteón en 1935 para mantener los cementerios fuera de la ciudad. Irónicamente, el último muerto que recibió fue al propio Juárez en 1872 y en 1935, San Fernando declarado monumento histórico por el Instituto Nacional de Antropología e Historia.

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Panteón de San Fernando. Foto: Local.Mx

La arquitectura de la colonia

Más allá de sus célebres cementerios, la colonia Guerrero es famosa por su estilo arquitectónico único. A finales del siglo XIX, la colonia fue un espacio codiciado por la clase alta porfirista. La razón era simple: para ese momento ya no estaba tan lejos del Centro, pero tampoco era parte de él. Más bien estaba en un punto medio donde el bullicio citadino no era tanto y las familias podían pasear tranquilas durante la tarde. Por poner un ejemplo, la Guerrero se sentía como su actual vecina Santa María La Ribera.

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El paisaje urbano en la Guerrero respondía a ese romance que el gobierno porfirista tenía con Francia. Las familias más acaudaladas se adaptaron al estilo de la época y construyeron sus hogares al estilo Art Nouveau. Los muchos balcones de estas construcciones rebozaban de herrería con adornos finos de latón y bronce que, si uno se fija bien, todavía puede encontrar pintados de negro o “embellecidos” con pintura dorada.

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Casa de Joaquín Casasús ocupada por Lucio Blanco. Foto: Casa Rivas Mercado

Uno de los ejemplos más exquisitos de este estilo se desplomó el lunes 16 de octubre de 2005, a las seis de la mañana con cuarenta minutos. La casa Requena, mandada a remodelar en 1895 por el licenciado José Luis Requena quien decidió adaptarla de pies a cabeza al estilo del mobiliario francés que veía en sus revistas.

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Foto: Grandes casas de México

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Foto: Grandes casas de México

Por dentro y por fuera la casa estaba repleta de detalles que la hacían lucir como una de las obras más exigentes de Gaudí, pero desde 1967, cuando murió la última de sus habitantes, la construcción comenzó a sucumbir al paso del tiempo hasta convertirse en un recuerdo más de un caprichoso y fantástico pasado. 

La modernización de la Guerrero 

Veinte años antes de que comenzara la remodelación de la casa Requena, la Guerrero ya comenzaba a ser conocida por este nombre gracias a la construcción del fraccionamiento “La Guerrero” destinado a albergar a las más de 15000 personas que llegaron a la ciudad tras a la construcción de la estación de trenes de Buenavista en 1873.

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Estación del Ferrocarril Mexicano Buenavista. Foto: Casa Rivas Mercado

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Para inicios del siglo XX, con la llegada de los tranvías eléctricos, la colonia Guerrero no sólo empezó su expansión hacia el Centro, sino que también inició su época dorada como refugio de los bohemios, pachucos, bailarines y personajes como Paquita la del Barrio —hija destacada de la colonia que, hasta la fecha sigue viviendo allí. En la década de los cincuenta aparecieron algunos de los bares y restaurantes más queridos de la ciudad: están La U de G, el Penacho de Moctezuma y por supuesto, el Salón Los Ángeles

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Estación Buenavista todavía con el nombre de Ferrocarriles Nacionales de México.

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Escena en la cantina U de G. Foto: Local.Mx

Los guerreros de la Guerrero

Tras el terremoto de 1985, la Guerrero fue una de las zonas más afectadas, muchas de las casas porfirianas perdieron parte de sus hermosas fachadas y otras desaparecieron por completo. Fue ahí cuando la colonia diversificó su arquitectura y entre las fachadas Art Nouveau aparecieron construcciones más sencillas que obedecían a la inmediatez que exigía el momento.

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Pero si hay algo que destacar de esta época es la fuerza de los vecinos que, a pesar del momento, no bajaron la guardia y lograron levantar la colonia de los escombros. Incluso los dueños de las casas nuevas quisieron rendir una especie de homenaje a sus antiguas casas y coronaron las fachadas con pequeños nichos donde depositaron las figuras de los santos de su devoción.

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Calle Violeta en la Guerrero. Foto: Local.Mx

Gracias a esta reconstrucción, caminar por la Guerrero aún se siente como andar muy lejos del Centro. Tiene ese aire provinciano de quienes luchan por preservar su propia historia a como dé lugar. De ahí la existencia de sitios tan entrañables como la calle Violeta (pintada toda de violeta) que se siente como un eterno florecer de las jacarandas.

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