No sólo en México, pero sí especialmente, el (micro)universo de la música experimental existe gracias a los ciclos y festivales. Por su naturaleza atípica, y más aún porque siempre ha sido relegada de la academia, la escena experimental ha tenido que aprender de manera autodidacta a construirse, a partir de una relación dinámica entre los compositores mismos y los factores mediáticos, un sistema complejo de festivales, instituciones, espacios, foros y críticos de música que crean público e incluso artistas, pero que, ante todo, desarrollan mapas para excursionistas, a menudo ante una terra incognita. Después de todo, la mayor parte del público se acerca a este tipo de experiencias sonoras llevada por el pulso vital de la curiosidad y no por un conocimiento previo del terreno. Y está por supuesto la cualidad de lo efímero, la improvisación libre y la experiencia aural que, de no experimentarse en vivo, pierde envergadura.

Como dice el crítico de música Bradford Bailey en su blog The Hum: “La música experimental es, por naturaleza, una operación social, es un rechazo a lo normativo y un intento por empujar hacia posibilidades mayores. Se trata de gente (y diversidad) al igual que de sonido. […] Un experimento no es un resultado. Es una acción”.

Radar
Quizá la primera fase de divulgación consistente del arte sonoro en México comienza en 2002, con el Festival Radar, como parte del Festival del Centro Histórico, a cargo entonces de José Wolffer. Radar se encargó durante más de una década de formar y concentrar una comunidad experimental en México, lo cual no es decir poco. En la segunda edición del festival, el mismo Manuel Rocha Iturbide hizo la curaduría de la música electroacústica mexicana, que luego derivaría en una investigación indispensable para entender la historia del género: su Arqueología de la música experimental en México, a la que tanto aludimos aquí. En su sexta edición, Radar quedó a cargo del músico y gestor Rogelio Sosa, quien, en 2010, lo transformó en Aural.

Aural

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Lo que distingue a Aural de Radar, e incluso de la mayoría de los otros festivales, es su enfoque en el compositor como eje. Rogelio Sosa selecciona a músicos locales e internacionales que no necesariamente están haciendo algo novedoso, pero que sí, en algún momento, abrieron un sendero distinto, una brecha que cambió de alguna manera el rumbo de la música. La mayoría son músicos que, gracias a su alto nivel de exploración sonora, han dejado entrever climas distintos de los ya conocidos, probablemente la característica más estimulante del género: lo experimental ha de moverse para no devenir modelo. Allí han estado, por ejemplo, Keith Fullerton Whitman, Evan Parker, Liturgy, Rashad Becker, Medeski, Robert Aiki Aubrey Lowe o Charlemagne Palestine.

Por otro lado, el formato del Festival Aural también apela a un ensayo infinito, uno que va encontrando dirección en el momento y el contexto en que acontece. Las ediciones rara vez tienen más de cuatro actos por día —a diferencia de otros festivales de corte masivo—, varios de los conciertos son gratuitos y su labor principal, más que tener un público fiel, es impulsar las nuevas audiencias hacia el descubrimiento. “El público existe y la audiencia viene y va”, decía Philipp Arenou, y en ese ir y venir de audiencias la cultura entera se enriquece. En la edición de 2016, por ejemplo, Aural unió fuerzas con el Festival Bestia, dirigido por Claudia Curiel y enfocado más en las variantes del metal abstracto, para armar un menú que, si bien fue experimental hasta el hueso, quizá también alcanzó un rango más amplio de escuchas.

El Nicho Experimental

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Eko Eko Azarak en el Nicho (cortesía el Nicho)

Desde 2011 aparece El Nicho como una tiendita itinerante de material discográfico (cd, casetes y vinilos) y una pepita de oro para coleccionistas y aventureros que difícilmente podían encontrar géneros como drone, glitch, ambient, música concreta, contemporánea, grabaciones de campo, etc., en otro espacio de la Ciudad de México. A cargo de Eric Namour, el nicho ha sido tienda y ha sido festival, pero su labor es fundamentalmente de divulgación musical. Los conciertos son gratuitos y la curaduría de eventos se diseña para incluir cualquier tipo de público que tenga disposición y curiosidad vitales. Una de sus manifestaciones fue El Nicho Aural, que se desprendía del Festival Aural como una curaduría sonora quizá más “ligera”, pero no por ello menos experimental; a menudo, ni siquiera se publicaba el lineup antes del evento, para instar a la audiencia a descubrirlo. El Nicho Experimental, ya como una organización independiente, programa actividades multidisciplinarias, como conciertos, talleres para niños y adultos, pláticas, proyecciones, presentaciones y comisiones que combinan música, cine experimental, artes plásticas y performativas. El Nicho Experimental ha reunido a más de 40 artistas de 16 países y a 20 artistas mexicanos, y puede entenderse como una pequeña Torre de Babel que reconcilia lenguajes artísticos por medio del diseño intuitivo en la programación de sus eventos.

Cada año, este festival propone un enfoque particular con la mayoría de artistas que se presentan por primera vez en México y se realiza en recintos de distinta naturaleza (centros culturales, espacios públicos, museos), que destacan por sus características aurales. Allí han estado, por mencionar a algunos, Mike Cooper y Leafcutter John, Aimée Theriot, Colectivo AM o Julian Bonequi, y este año traen a Valerio Tricoli y Pan Daijing.

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MUTEK.MX
En el bestiario de quimeras que son los festivales de música experimental en México, MUTEK.MX es un animal aparte. Su enfoque está en los márgenes de la música electrónica independiente y la creatividad digital; después de más de una década en la ciudad, es ya un referente de cómo hacer narrativas afrodisiacas de las vanguardias digitales que se transforman cada año.

Detrás de MUTEK.MX está Damián Romero, director general y artístico que ha sabido permitir la transmutación orgánica del festival a la par de la revolución tecnológica más rápida que ha habido en la historia. Una de las características de este festival anual es que casi todos los productores y artistas crean contenido para ejecutarlo ahí mismo, en vivo, y hay pocos dj sets. MUTEK.MX es ya un ente sólido y ambicioso que acerca el público a los creadores más talentosos del mundo de la electrónica experimental. Entre los cientos de artistas que se han presentado en el festival destacan ATOM™, Four Tet, Holly Herndon, Shackleton, Demdike Stare, Pantha du Prince, Tim Hecker, Vladislav Delay, Ben Frost, Nils Frahm, Alessandro Cortini, Biosphere, Jan Jelinek, Monolake, y los mexicanos Murcof, Interspecifics, Los Macuanos, Ñaka Ñaka, Siete Catorce o White Visitation.

La edición mexicana explora también espacios urbanos interesantes (algunos olvidados), para que se sumen a la propuesta del festival. De esta manera, no sólo la música y la creatividad digital acontecen en la ciudad, sino que ocurre una suerte de acupuntura urbana que activa foros y lugares con usos distintos. A esto se suma la ruta gastronómica que inauguró Damián Romero hace poco, la cual deleita a los extranjeros que visitan México por el festival y ofrece la experiencia completa que merece la capital.

Umbral

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Umbral son sesiones pequeñas que ocurren unas ocho veces al año, con tres o cuatro músicos invitados. Se congregan artistas locales e internacionales en activo y también artistas con poca difusión o que no se hayan presentado en vivo. Su labor es la de proporcionar un punto de reunión para personas interesadas en pensar y sentir el sonido; no tanto la música, no tanto lo sonoro. Los eventos de Umbral son íntimos. Comenzaron en la colonia Escandón, como “sesiones de bajo volumen” para no alterar el ambiente de los espacios, normalmente cafés o galerías, y hoy se presentan en Actividades Mercurio, en la colonia Roma, y en el Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca (maco), sin perder la imprecisa amenidad que los caracteriza: te reciben con un mezcal, a veces hay pastel y, si cobran, es sólo algo simbólico.

En este sentido, Umbral es probablemente el proyecto más abierto que hay en la Ciudad de México. En él hay improvisación, noise o radiofrecuencias, y nunca dejan de lado la búsqueda de personas o proyectos que les permitan ir modificando la geometría de lo que se cree que está fijo. Con ello, los directores Rolando Hernández y Gudinni Cortina buscan cuestionar categorías como música, partitura o acción, y, en sus palabras, “volverse un espacio vacío, un espacio sin categoría”. Entre nacionales e internaciones, allí se han presentado artistas como Jean Luc Guionnet, Ben Bennett, Ute Wassermann, Pär Thörn, Angélica Castelló, Jan Machacek, Alan Jones y Ensamble Negro, Walter Schmidt, Manrico Montero, Israel Martínez y Juan Pablo Villegas.

Bestia
Con cuatro ediciones, este encuentro internacional de música reúne las mejores propuestas sonoras de experimentación e improvisación. Se realiza en los últimos meses del año.

Derrepente Enderredor
Es un “festival errático de artes aventureras”, un  ciclo de música improvisada y de experimentación sonora con varias locaciones independientes de la ciudad. Su primera edición ocurrió en 2015.

Lxs Grises
Este colectivo y sello discográfico promueve y difunde proyectos alternativos. También realiza un festival con lo mejor de estos proyectos. La última edición fue en febrero, en Casa Galería, en Coyoacán.

The Forgotten
Plataforma multimedia dedicada a promover propuestas independientes de la música electrónica contemporánea global.

Transitio
Encuentro bianual que reúne pensadores, hackers, activistas y artistas de diversos contextos con el fin de explorar las relaciones entre arte, ciencia, tecnología y procesos de comunidad.

Volta
Sesiones de improvisación sonora. Se realizan cada mes en diferentes sedes.

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