“A pesar de que millones de niños habitan las ciudades de todo el mundo, su existencia es apenas rastreable, pues el espacio público está diseñado a la escala de los adultos”. La cita anterior es parte de las reflexiones finales de Playgrounds del México moderno, el nuevo libro de Aldo Solano Rojas, aunque esas palabras bien podrían ir justo al inicio, a modo de invitación. El libro entero es un recorrido por la historia y existencia del mobiliario dedicado a los niños, a lo largo y ancho del país.
Playgrounds del México moderno es un estudio cuidadoso y único en su tipo. La revisión de la historia de los juegos infantiles en nuestro país inicia con el recuento de los orígenes del mobiliario infantil en Europa y Estados Unidos, hasta llegar al México de principios del siglo XX, un país que reforestaba zonas de la periferia en la incansable expansión de su mancha urbana, al tiempo que equipaba algunos espacios públicos, como el Bosque de Chapultepec, con juegos.
En la Colonia Estrella había un jardín conocido como “el de los Cocodrilos” por los cuatro de concreto que lo decoraban; también tenía unos 4 pelícanos art decó, y aunque la intención era simplemente decorativa, su tamaño pronto los convirtió en juegos para los niños de la colonia. Esa fauna inerte y tristona tal vez sea el primer antecedente de los animales de concreto –protagonistas de varias historias en Local– que vemos en los parques de la ciudad.
Este y otros relatos forman el anecdotario de Playgrounds del México moderno. Muchas de las fotografías son de archivos familiares pues a veces resultan la única evidencia de ese mobiliario urbano tan olvidado por la historia formal. La revisión del libro tiene como centro el movimiento moderno en México, pues esos años de espíritu innovador, nacionalista y profundamente estético también representaron el desarrollo más amplio de los juegos para niños.
De la euforia por las unidades habitacionales llegaron, por ejemplo, el cohete espacial de Tlatelolco (en portada), doce metros de altura rematados en una resbaladilla que causó varios accidentes que ocasionaron el retiro del cohete a mediados de los setenta; La Pirámide de Mathias Goeritz en Torres de Mixcoac, una escultura tan atenta al contexto que terminó por convertirse en un juego para los niños de los edificios. También, contemporáneos de esa época son los animales de concreto de Alberto Pérez Soria, encargo gubernamental que reproducido a lo largo de la ciudad y el país o los de Pedro Miret en la Unidad Independencia. Aún hoy existimos entre las jirafas, osos, pecesitos y ballenas de los parques.
Las áreas de juego componen el paisaje de las ciudades, son proyectos arquitectónicos y artísticos y, en el caso de la Ciudad de México, son fauna: criaturas que al igual que los pájaros y ardillas componen nuestro bestiario capital. La historia misma de su construcción, supervivencia (o triste olvido) es también el único testigo material del reconocimiento de los niños por parte de las políticas públicas y el espíritu de una época más interesada en la juventud. Playgrounds nos insiste en que el próximo pequeño animal o columpio que encontremos en el camino nos provoque un sentimiento histórico y estético al igual que un buen edificio de esta ciudad. Por primera vez hay un libro que les hace justicia.
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