En estos días en que, por nuestro propio bien, nos estamos quedando en casa, lo natural es empezar a extrañar la ciudad que está alrededor y que por ahora no podemos recorrer a nuestro gusto. Lo cierto es que, si somos muy honestos, a veces simplemente damos por sentados los paseos: pasan meses sin que vayamos al Centro Histórico, dejamos expirar las exposiciones en los museos o postergamos una visita a Coyoacán porque sabemos (porque creemos) que podemos ir en cualquier momento.

Pensamos, por eso, que es buen momento para revalorar la ciudad que está allá afuera y darnos un tiempo para extrañarla un poco; cuando todo vuelva a la normalidad, podremos redescubrirla con nuevas perspectivas y el ánimo renovado. Para hacerlo sin salir de casa, hemos preparado una pequeña lista de libros que transcurren en la Ciudad de México y cuya lectura alimenta el amor por los distintos barrios, calles y rincones de nuestra ciudad, ésa que extrañamos tanto cuando estamos en casa.

Los libros

Los detectives salvajes, de Roberto Bolaño, es el libro de más de 600 páginas que prometiste leer pero nunca tuviste el tiempo, y ahora lo tienes. Narra 20 años en la vida de García Madero (cuyo nombre ahora nos suena a conchas de chocolate) y de los poetas realvisceralistas Ulises Lima y Arturo Belano. Aunque la novela está ambientada en distintas geografías (París, Sonora, Barcelona), Bolaño pone el foco en la Ciudad de México de mediados de los setenta, de la Condesa a CU, pasando por la Roma y el Centro Histórico. Cuando la hayas leído, ven a decirnos qué hay detrás de la ventana.

La novela Nadie me verá llorar, de Cristina Rivera Garza, fue incluida en la célebre Lista Arcadia 2019. Cien años, cien libros de escritoras en español, y con mucha razón: la escritura es elegante, precisa e informada. Cuenta la historia de Joaquín Buitrago, un fotógrafo de pacientes psiquiátricos en La Castañeda, donde se reencuentra con Matilda, cuyo misterioso pasado de Papantla a la Ciudad de México es el pretexto perfecto para narrar la historia del México de 1920, desde una capital afrancesada y hermosa, pero también frágil, en la que todo —puede sentirse en el aire— está a punto de cambiar.

Considerada la primera novela negra de la literatura mexicana, El complot mongol, de Rafael Bernal, es al mismo tiempo un long seller y un éxito de crítica. Avisado de un extraño plan para asesinar al presidente de Estados Unidos en territorio mexicano, Filiberto García recorre la Ciudad de México tratando de desenredar la trama de un asunto que, desde un principio, le huele mal. La novela tiene como escenario principal el Centro Histórico y su Barrio Chino, y ha ganado tantos fieles lectores que en más de una ocasión se han organizado recorridos que, a manera de pequeña guía de exploración, visitan cada calle mencionada por Bernal. Acá algunos escenarios de la novela que reseñamos hace tiempo.

Ninguna otra obra gráfica de la narrativa mexicana ha recibido tan buen trato como el de La familia Burrón, de Gabriel Vargas. Compilada desde hace algunos años por Porrúa, los tomos empastados recuperan las historietas de una familia que hace honor a los términos “chilango” o “defeño”. Avecindados en el Callejón del Cuajo, doña Borola y su tropa habitan en uno de los muchos barrios populares de la ciudad, y sus variopintas y estrambóticas aventuras ocurren en mercados, vecindades o ejes viales llenos de automóviles y peatones. Los Burrón engalanan los ventanales del Museo del Estanquillo; sobre la calle de Regina se puede ver el mural Sueño de una tarde de domingo en el Callejón del Cuajo (un homenaje cruzado al emblemático callejón y a Diego Rivera), y uno puede tomarse la foto con doña Borola en la estación del metro Zapata.

Un asesino solitario, de Élmer Mendoza, cuenta los pormenores de un asunto escabroso: a Macías, un pistolero a sueldo de altos funcionarios de la política mexicana, le encargan el asesinato del candidato presidencial del PRI en el turbulento 1994. Aunque el “jale” será en Culiacán, la Ciudad de México es el escenario donde el complot toma forma. Con mucho sentido del humor y un narrador que lo mismo reflexiona sobre la guerrilla zapatista que sobre la selección nacional de futbol, la novela nos hace caminar por Insurgentes, tomar unos whiskies en el Sanborns de San Ángel y sentir el aire de primavera en el Parque Hundido, al tiempo que nos vuelve cómplices de un simpático pero letal asesino solitario.

Operación Bolívar, de Édgar Clement, es una de las poquísimas muestras de novela gráfica mexicana, y es una joya. En este thriller sobrenatural seguimos la historia de los ángeles que habitan en la Ciudad de México y de los nahuales que los cazan para la industria de productos derivados. La Catedral Metropolitana de la Ciudad de México es el lugar donde se reúne la mayor cantidad de ángeles, así como la excusa de Clement para ofrecer viñetas maravillosas, en una mezcla única de iconografía prehispánica, el imaginario colonial y la modernidad.

Con una adaptación cinematográfica y una canción de Café Tacvba, Las batallas en el desierto, de José Emilio Pacheco, forma parte ya de la cultura popular mexicana. Los agobios de la clase media se retratan desde la perspectiva de Carlos, un alumno de primaria enamorado de la mamá de Jim, su mejor amigo de la escuela. La precocidad del protagonista, su atrevida declaración de amor a Mariana y el retrato de un México a medio camino entre la tradición y la modernización, tienen como escenario la colonia Roma, con la avenida Álvaro Obregón como testigo de aquel fugaz pero inolvidable arrebato de amor. Esta novela también ha contado con pequeños tours guiados.

Aunque muchas de sus novelas gozan de mayor fama (y también están situadas en nuestra ciudad, como Aura o La región más transparente), La cabeza de la hidra, de Carlos Fuentes, es nuestra favorita. Esta novela negra, protagonizada por Félix Maldonado, recorre los rincones más oscuros de la burocracia mexicana, un monstruo de mil cabezas. La escena comienza en el Sanborns de los Azulejos, sigue por un Centro Histórico que no se parece en nada al actual, y genera un clima de misterio que sólo puede resolver —extraño, pero cierto— William Shakespeare.

*Estas son nuestras librerías favoritas, y varios de esos libros están allí. Algunas tienen precios especiales por contingencia, así que es buena manera de ayudarlas.