Hace poquito llegó un nuevo restaurante a la Juárez: se llama Sonia y toda su comida sienta muy bien. La cocina es, en palabras de sus chefs “contemporánea pero inspirada en las recetas de las abuelas”, lo que quiere decir que ahí uno come rico, apapachador, pero con técnicas impecables y muy buenos ingredientes.
Todos los socios de Sonia estuvieron a cargo de elaborar el menú, y para lograrlo recurrieron a los platillos más queridos de sus casas. Hay un Vitel Toné, por ejemplo, un platillo típico italiano (que también preparan mucho en Argentina) y probarlo tiene gusto a algo familiar y reconfortante, aunque venga de tan lejos. Y en realidad, todos los platillos en Sonia son así. La cocina está a cargo de los chefs Karina Rivera y Edgar Delgado, de la Ciudad de México y San Sebastián, respectivamente. El menú es muy corto –apenas una decena de platillos– y cambia dependiendo de la temporada. Lo bueno de que se reinvente todo el tiempo es que uno puede regresar muchas veces y tener los mejores ingredientes de la época.
Cuando los visitamos probamos un estofado de res con lentejas (ingrediente por excelencia de cualquier recuerdo familiar) y una alcachofa sobre una salsa espesa de poro y queso riquísima. Después de la comida, en Sonia a los postres les dicen “la hora del té”, como en las casas familiares cuando es hora de tomar un digestivo y algo dulce. Lo más rico fue un bizcocho de limón con cardamomo y manzanilla que sirven con un helado de earl gray.
Los vinos en Sonia
Para acompañar cualquier platillo tienen una carta de vinos con más de 50 etiquetas de muchas partes del mundo, muchos de los cuáles no están disponibles comercialmente. En Sonia los buscan con gusto de coleccionista para siempre tener opciones interesantes, desde clásicos italianos hasta vinos jóvenes de Nueva Zelanda.
En este nuevo restaurante de la Juárez todo es acogedor. La cocina es abierta y uno puede asomarse tal como lo haría en la de una casa; también hay una terraza al fondo para los días más cálidos. Recomendamos visitarlos pronto y llenarse de comida reconfortante y muy bien hecha.
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