De Avenida Juárez a Avenida Arcos de Belén hay un collage de puestos y locales discretos: la calle López en el Centro Histórico. Ahí está la mejor sopa de mariscos de la ciudad, una paella valenciana con azafrán original, la cochinita pibil más especial del rumbo y una afiladuría legendaria.
El K-guamo (López 83B)
Para mariscos los veracruzanos se pintan solos, y para ponerle queso Oaxaca a todos los platillos, nadie como los defeños. Precisamente, el chilpachole que sirven en el K-guamo lleva esa esencia híbrida; es una receta veracruzana reinventada en la ciudad y el resultado es una sopa de mariscos que sabe a chiles secos, especies y casa costeña. La cocinan directo al fuego, empapelada en aluminio, y así mismo la sirven sobre un buen platón y con un bolillo al lado. El K-Guamo comenzó en un puestito de lámina que sigue allí, pero con los años se han sumado sucursales, todas atendidas por la misma familia.
Gran cocina Mi Fonda (López 101)
El nombre oficial de este lugar es Mi Fonda, pero la gente de la zona y los comensales recurrentes la conocen como La Paella Valenciana. Aquí los precios, los detalles y los colores remontan a otro tiempo; además, las mesas son compartidas debido a la gran afluencia de gente. De hecho, es casi imposible no esperar un poco antes de entrar. En Mi Fonda sirven paella valenciana con azafrán original; los mariscos están frescos y el arroz en su punto. También hay macarrón, caldo gallego, chiles rellenos, milanesa, pollo al horno, lengua estofada y fabada.
El Taco de Oro XEW (López 107)
El Taco de Oro XEW es un negocio familiar que ha sido un fiel defensor de la cochinita por más de 60 años. Desde aquel entonces –primero debajo del edificio de la XEW, ahora en un puesto angostito de la calle López– esta taquería le hace justicia a su nombre. Sirve la cochinita más especial del rumbo, ya sea en tacos, entre panes o encima de panuchos bien dorados de frijol refrito. La gente amontonada bajo el toldo azul de este lugar es prueba infalible. Ahí, precio y calidad van de la mano: hay tacos de diez pesos y tortas de veinticinco.
Afiladuría Leura (López 111)
Afiladuría Leura empezó en 1890 en Puente de Peredo, en el Centro Histórico, y permaneció ahí unos 40 años. Hoy está sobre la calle López y es atendida por la cuarta generación de los Leura, bisnietos del fundador que continúan la tradición del afilado, con todas sus extrañas connotaciones. En Leura afilan desde instrumentos de microcirugía hasta cortadores industriales para tela. Brocas para abrir cráneos, sierras para las autopsias, tijeras para cabello o cuchillos para carne. Es imposible no voltear a este mítico negocio con portentos machetes que están en la vitrina de López 111, en el que hasta el número parece tener filo.
Jugos Marathon (López 117)
Mario Aguirre es un maratonista local de toooda la vida que vende jugos y licuados frescos, totalmente naturales, en un pequeño local amarillo al que le puso Jugos Marathon. A las ocho de la mañana ya tiene antigripales y vampiros listos para los comerciantes de López, que son quienes llegan primero. Para hacer los jugos no necesita más que fruta, verdura fresca y dos licuadoras Oster que no paran. Los jugos y licuados son poco extravagantes y el único secreto es que todo, absolutamente todo, es natural. La jornada de Mario termina 12 horas después y de ahí sale a correr: del Centro hasta el Bosque de Chapultepec y de regreso.