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Pistaches, nueces de la India, orejones, dátiles, pastas, pasitas, trigo, pan árabe, aceite de oliva, aceitunas, harina de pan ácimo, chocolates, latas de todo el mundo, dulces árabes en enormes charolas, discos y amuletos. Todos los días, los vecinos de Polanco llegan aquí a comprar desde un dulce hasta menús completos de comida libanesa para llevar a casa. Rifaat Ibrahim Forzley es el dueño de Adonis, tienda y restaurante desde 1974.

Adonis

En esta esquina de Homero siempre hay mucho movimiento. La gente entra y sale de la tienda con bolsas que ocultan hojas de parra, kepe charola, kepe bola, jocoque seco y aguado, empanadas, tabule, humus, pan y dulces árabes que literalmente escurren calorías. Rifaat y el señor Nazri, que siempre están en el lugar, conocen a todos los clientes por su nombre. Rifaat pone música de medio oriente y bromea con quienes llegan.

Adonis

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“¿Quieres un café?”, me pregunta. Acepto porque, más que invitación, me suena a que hay que hacerlo por tradición. También me ofrece un dátil que me sabe a gloria.

“Rifaat, me gustaría platicar contigo sobre cómo empezó el Adonis”, él continúa bromeando con sus clientes y no me hace mucho caso.

El señor Nazri siempre está hasta al fondo del local, junto a una ventanita donde se hacen los pedidos a la cocina. Llega un cliente, le ofrece el menú y rápidamente le pregunta qué quiere y cuánta gente va a tener invitada. Se escuchan los gritos que llegan hasta la cocina: tres tabules, cinco órdenes de hojas de parra, cuatro órdenes de kepe bola. La velocidad con que la que salen los platillos para llevar es impresionante. Los clientes se empiezan a formar y la cola comienza a crecer, pero no deja de avanzar.

Adonis

“¿Sabes para qué sirve el café?”, me pregunta Rifaat. Respondo dudosa, “¿Para despertar?”. Y él agrega, “Sí, claro, pero también si estás muy cruda y con dolor de cabeza, este café con mucho limón te revive”.

Rifaat tiene un acento fuerte, nació en Líbano. Tenía agencias de autos allá y tuvo que salir de su país cuando empezó la guerra. Llegó a México, compró esta tienda y después la otra esquina, que era carnicería. “También compré la casa que estaba a la vuelta. Estuve diez años sin uso de suelo. A este restaurante siempre ha venido gente muy poderosa”.

En cada plática con sus clientes, el dueño de Adonis suelta alguna lección o consejo. “Graba en tu cabeza, todo puedes recuperarlo, pero si perdiste un hombre, perdiste todo”.

Adonis

“Me he casado dos veces y tengo 19 hijos en México. Mi primera esposa murió a los 31 años, nunca la voy a olvidar. Tuve tres hijos de mi primer matrimonio y tres en el segundo. Tengo 13 hijos más de 13 mujeres. ¿Sabes por qué? Son adoptados, del Internado Guadalupano. Nunca los conocí, pagaba el internado y era deducible de impuestos. Ayuda que yo te ayudaré”, sentencia con la mirada fija.

Era mi segundo intento por entrevistar a Rifaat, aunque más que entrevista se sintió como una lección. Me voy a casa con el sabor dulce del dátil y pensando en una mesa repleta de deliciosos platos de esta cocina.

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