Tokyo Music Bar tiene un hermano gemelo en Tokio: Ginza Music Bar. El Ginza es un bar pequeño y escondido en el piso 4 de un edificio en el barrio de moda, cuyo concepto está hecho de lo más particular. Los tragos son pocos y son de autor; la música es análoga y bien seleccionada y la barra es la vértebra del lugar. Tokyo Music Bar, por su parte, esta en un segundo piso de un edificio en la Cuauhtémoc, el barrio que ya comienza a sonar como el “Little Tokyo” de la ciudad, gracias al grupo Edo Kobayashi, que tiene Rokai, Hiyoko, Le Tachinomi Desu, Enomoto, y ahora Tokyo.

En Tokyo Music Bar cabe poca gente. Se siente como la sala de un departamento (uno muy bonito, desde luego) o como la fiesta más pequeña y entrañable. Abrió apenas el 4 de diciembre y al principio, por la naturaleza del lugar, sólo era posible llegar por invitación. Ahora hay que llamar y reservar, pero no para más de 6 personas pues quieren que las mesas sean pequeñas para que todos estén cómodos, desde el que toma un trago en la barra después del trabajo hasta el que celebra su cumpleaños. En el Tokyo se trata de estar gusto, tomar un trago, escuchar la música.

Al concepto del bar le llaman “Hi-Fi analog audio cocktail bar”. Y aún cuando suena difícil o calculado (con neurosis japonesa), es fácil ponerse cómodo. Tomar un trago, escuchar música, departir alrededor de una barra en la oscuridad nunca puede estar mal.

Los tragos

La carta de bebidas esta dividida en tragos de autor y tragos clásicos. Trabajan de la mano de un mixólogo que crea mezclas raras pero refinadas, equilibradas. En la parte de coctelería clásica son puristas, lo hacen lo más apegado la receta original. Su barra no está llena de botellas porque cada una es seleccionada. Tienen sobre todo etiquetas de whisky japonés, irlandés, de bourbon y mezcal.

La carta de autor, que es completamente artesanal, cambiará constantemente y los tragos tienen nombres de canciones: el Unsaid, por ejemplo, tiene como base un cordial de fresa quemada. Para hacerlo queman la fresa y luego la cocinan en baño maría y así sacan todo el sabor de la fresa sin la pulpa. Luego le ponen el whisky y lo terminan con te oolong. El Pink + White, por su parte, es el clásico negroni pero con jugo de sandía.

Los tragos –como es de esperar– son caros. Un coctel cuesta alrededor de $200 pesos, pero más abajo hablamos de la cristalería y se matiza (al menos un poco) la experiencia.

La música

El equipo es McIntosh de 1970 y las bocinas Tannoy Westminster.

La colección de vinilos viene directo de Japón y es bastante amplia y variada. Los discos que no trajeron de Japón son de algunos de los socios (melómanos genuinos) o de amigos de ellos.  Alrededor de las 9 de la noche llega un seleccionador de música invitado que toca hasta las 2. Antes son los propios baristas los que ponen música (y lo hacen muy bien).

La atmósfera

En Ginza Music Bar predomina el azul Klein. En Tokyo, el verde pino y el terciopelo rosa. Todo lo demás es casi idéntico: la distribución del espacio, los materiales y la iluminación –amarilla y perfecta– que cae del techo en laminitas. La barra –donde está el equipo de sonido y hacen los tragos– es protagonista. Para lograr que ambos espacios se sientan igual, los arquitectos mexicanos colaboraron con los interioristas japoneses.

De comer tienen tabla de quesos mexicanos estilo francés, que acompañan con pan. También tienen chocolates que Hiyoko, el restaurante que está justo abajo del Tokyo, prepara exclusivamente para ellos –con ingredientes como soya, miso y otros productos japoneses.

El vecino del Tokyo es el restaurante Emilia. Es de los mismos socios y ambos espacios comparten el mismo gusto por la cristalería, una que, en este caso, traen directamente de Japón, tallada a mano y –lo más especial– que no pesa nada. Es como levantar el puro líquido con la mano. En Tokyo la cristalería es la vara con la que se miden los tragos. Así de exquisitos.

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