Para Carla Fernández la tradición no es estática y la moda no es efímera. Desde hace más de una década, a la diseñadora le inspiran la riqueza geométrica y textil de México y en el diseño de sus prendas ha puesto, por encima de todo, la durabilidad de los materiales y la gracia de los procesos que toman tiempo. Sus piezas son siempre pequeñas y hermosas síntesis de esa visión. Ahora, la marca tiene su “embajada” en la colonia Juárez, donde sucede lo mismo. Su flagship, o tienda insignia, está en una casa de tres pisos, en el número 72 de la calle Marsella; su fachada es de ladrillos de concreto y el interiorismo, de estilo brutalista, corrió a cargo del escultor Pedro Reyes.

El concepto de la tienda está inspirado en un “futuro hecho a mano”. En el aire se siente porque el brutalismo da la impresión de estar detenido en la idea de un futuro imaginado en el pasado. En la planta baja, todo el piso está hecho de bloques de concreto con inscripciones gráficas que remiten a la iconografía prehispánica, y el gris y la sensación de crudeza predominan. Contrasta, sin embargo, lo colorido de la ropa de mujer que cuelga de los racks de metal, sobre bases de esculturas de piedra volcánica y formas puras.

En el segundo piso está la ropa de hombre y artículos para el hogar. Las ventanas son de madera cruda y los racks totems que observan al visitante. En este mismo piso hay un espacio que será dedicado a residencias para artesanos, diseñadores de moda y textil. En el tercer piso, finalmente, hay un salón y una terraza rodeada de árboles donde impartirán talleres y conferencias, como Carla lo ha hecho ya por varios años.

Carla Fernández ha entramado con los años una tensión muy especial entre lo local y lo internacional, la artesanía y la moda. Y es en la nueva tienda de Marsella es donde se materializa esta urdimbre.

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