Dilao es amarillo en tagalog, una lengua filipina y el idioma nativo del escultor Eduardo Olbés. Así decidió nombrar a su nuevo proyecto, un espacio escultórico a cielo abierto, rodeado de flores amarillas y silvestres a la entrada de Tepoztlán, con el Cerro del Tesoro al fondo.
Hace mucho que Eduardo Olbés le daba vueltas a una idea: la interacción del público con la escultura. De esa inquietud surgió Dilao, que tiene el tamaño suficiente para albergar 50 piezas escultóricas en exhibición permanente en tres hectáreas reforestadas. Un lugar grande y apacible, perfecto para el diálogo entre escultura, paisaje y los pasos de los visitantes.
Aunque al inicio estaba destinado a ser un lugar que albergara sólo piezas de Eduardo Olbés, conforme avanzaba el proyecto el escultor invitó a otros artistas a participar. En Dilao también hay piezas de Julio Martínez Barnetche, escultor especializado en la talla de piedra; Juan Sánchez, artista plástico; Valentina Glez. Wohlers, diseñadora independiente de mobiliario e Ivan Puig, artista multidisciplinario.
La vegetación en Dilao
A lo largo de las tres hectáreas en las que se extiende Dilao plantaron al menos siete especies de árboles de flores amarillas. Hay guayacán, acacia, lluvia de oro, plumeria y rosa de oro. También alrededor de quinientos árboles cultivados y en proceso de crecimiento, entre frutales (guayabos, mamey) y florales (flor de mayo, yambolán).
Para mantener la vegetación en los periodos largos de sequía en Tepoztlán, el espacio escultórico tiene un jagüey, un mecanismo tradicional para captar el agua de lluvia y asegurar la sustentabilidad del proyecto. En el funcionamiento de la electricidad, el espacio tiene instalados paneles fotovoltaicos.
Si uno quiere visitar Dilao hay que escribir a [email protected], llegar a Tepoztlán y, justo a la entrada frente al enorme Chalchitépetl (Cerro del Tesoro) recorrer un camino entre mármoles y flores amarillas.
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