La ignimbrita es una roca que se forma cuando el magma se enfría y solidifica. De esta roca volcánica está hecho el Museo de Geología, y su fachada está decorada con bajorrelieves de fósiles de conchas o peces. El edificio vive frente al parque del Kiosco Morisco, en la Santa María la Ribera, desde 1906, y es parte de la megafauna de la ciudad: esas construcciones pesadas, antiguas, que nos tranquilizan su gravedad.
En el vestíbulo del museo se despliegan dos gigantes esqueletos: una escalinata ondulada y grandiosa, forjada en hierro y mármol, y un mamut reconstruido con piezas de 12 ejemplares distintos. Sus colecciones están compuestas de todo tipo de fósiles que viven en vitrinas porfirianas: estalactitas, piedras preciosas, minerales, meteoritos, pedazos de hueso de animales antiguos, grandiosos. El museo mismo es un fósil: el edificio resiste al imperioso gusto de la burocracia por modificar recintos así.
Las vitrinas son tan valiosas como lo que contienen. Algunas están allí desde su inauguración y otras llegaron del Museo de Historia Natural, que alguna vez estuvo donde hoy es el Museo del Chopo. Son de madera y cristal; son muestrarios de los pedazos de mundo que forman las colecciones, pero sobre todo son los pedestales que los elevan al mundo de la fantasía. Inmóviles, junto a las fichas técnicas que los acompañan, son objetos íntimos. Estos pedazos de roca, yeso, estalactitas, cuarzo o azufre fueron seleccionados por su belleza, forma, color o textura; algunos de ellos incluso viven dentro de nosotros. Este museo es una convocatoria a la imaginación. Si es que uno así lo quiere.
En la sala de Paleontología encuentras esqueletos o pedazos de esqueletos de animales vertebrados o invertebrados.
– Un caballo de 10 mil años de antigüedad que nunca fue domesticado.
– Un dinosaurio pico de pato de más de 65 millones de años, que a uno le da la certeza de que las aves son los dinosaurios de la actualidad.
– Un mamut que es memoria de estepas antiguas.
El Dr. Atl vivió muy cerca del museo. Incluso llegó a tener su estudio en uno de los salones. Al subir las escalinatas hay algunos dibujos suyos de volcanes, fenómenos a los que dedicó gran parte de su vida. Allí mismo, diez lienzos preciosos del paisajista mexicano José María Velasco representan los orígenes de la vida, desde los mares hasta el humano; dos del mar, uno de anfibios, tres de las plantas, dos de los mamíferos y dos del hombre primitivo. Normalmente la parte de arriba del museo está cerrada, excepto en las Noches de Museo, que reciben a gente con recorridos guiados e iluminan los vitrales.
Los jueves viernes, sábados y domingos anuncian en voz alta cuando van a comenzar los talleres que organizan: el taller de lapidaria para aprender a cortar, pulir y esculpir rocas y minerales, y talleres para que los niños creen colecciones de minerales, rocas; mamut aserrín o esqueletos de dinosaurios con manualidades. Entre los eventos especiales, hay pláticas o seminarios que lleva a cabo el Instituto de Geología de la UNAM, por ejemplo, sobre los minerales más raros del mundo.
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