Quien camine frente a la Parroquia de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro en la colonia Moctezuma probablemente piense que se trata de una iglesia como cualquier otra en la ciudad de México. Sin embargo, en la bóveda de este templo se encuentra plasmada una réplica de la Capilla Sixtina pintada por Michelangelo Buonarroti en 1512.
Don Miguel Macías, encargado del proyecto, visitó el Vaticano durante un viaje a Roma que realizó en 1999. Al entrar a la Capilla Sixtina, este diseñador jubilado de 70 años se percató de que el recinto tenía las mismas dimensiones que la parroquia que él frecuentaba en la Ciudad de México. Allí se le ocurrió reproducir los frescos de Buonarroti.
Para comparar las dimensiones entre ambos espacios, don Miguel utilizó sus propios pasos como medida. Así se dio cuenta de que ambas iglesias sólo se diferenciaban en la altura, pues la mexicana es 10 metros más baja. Además de su libreta con anotaciones, Miguel Macías llevó consigo un póster de la bóveda de la Capilla Sixtina y un pequeño libro que describía a detalle cada una de las escenas que adornan la capilla.
Al regresar a México, Macías fue con el sacerdote encargado de la Parroquia de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, y le contó su idea. También le explicó que, como se acababa de jubilar, prácticamente tenía todo el tiempo del mundo, así que el padre accedió.
Debido a la falta de dinero, don Miguel realizó el trabajo por su propia cuenta y con sus recursos. Para cubrir los gastos, Macías tuvo que vender televisores, licuadoras y planchas. Algunas personas le ayudaron a pintar o poner los enormes lienzos de 15 metros de largo por 3 de ancho en los que trabajaba. El pago para esos voluntarios fue simbólico. En cada uno de los lienzos están escritos los nombres de quienes colaboraron en su realización.
Por fin, en marzo de 2018 colocaron el último lienzo en el techo de la Parroquia de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. Desde entonces, Miguel Macías no ha parado de recibir felicitaciones por parte de los vecinos, que en un principio ni siquiera entendían qué era lo que estaba pintando. Al final todos esos comentarios son bien merecidos, pues de una u otra forma don Miguel demostró que todos los caminos, sí… llevan a Roma.
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