Hace muchos, muchos años hizo erupción el volcán Xitle y creó un ecosistema rocoso y desigual. Se crearon caminos y túneles de lava que los mexicas llamaron Tetlán, “lugar de piedras”, y ahora nosotros llamamos Jardines del Pedregal. En los cincuentas, este espacio salvaje e ideal atrajo a los arquitectos más admirables (como Barragán, Cetto o Goeritz) y se convirtió en “El fraccionamiento más admirado del mundo”.
Además de la increíble arquitectura (que tanto extrañamos), pintores como José Clemente Orozco, Dr. Atl y Luis Nishizawa retrataron el paisaje indómito y extraño del Pedregal. Había algo en ese lugar que provocaba que todo el talento mexicano, y vaya que en ese momento lo había, se infatuaba con él. Pero aún así tenía mala fama entre la población general de la ciudad: pensaban que era un lugar violento y silvestre y que lo único que podía habitar allí eran bandidos y animales (y de hecho, animales sí). Fue Diego Rivera el que desmintió esta noción: fue el primero en ver la belleza de un espacio lleno de formas y figuras asimétricas, y la extraordinaria y extensa vegetación que albergaba. Él animó a los artistas y arquitectos a ver el Pedregal de San Ángel como un futuro desarrollo excepcional por sus ventajas climáticas y geológicas.
Basta leer Requisitos para la Organización del Pedregal (1945) que escribió Diego Rivera para saber por qué no sólo los artistas, sino mucha gente “bien acomodada”, vio este pedazo de tierra como un paraíso “de clima marítimo” y enteramente a salvo del peligro de inundación o temblores… Y acabó viviendo allí.
Los pintores de El Pedregal
El texto de Rivera inspiró (sedujo) sobre todo a Luis Barragán y, junto con Dr. Atl y el fotógrafo Armando Salas Portugal, se lanzó a explorar y fotografiar el futuro fraccionamiento para diseñar el proyecto residencial. Barragán reclutó a la vanguardia más pura, como Max Cetto, Francisco Artigas, Antonio Attolini, Mathias Goeritz (quien construyó la icónica escultura “Animal del Pedregal”) para que Los Jardines del Pedregal tuvieran un estilo elegante y moderno. Al final es un espacio tan estético debido a que todos estos artistas tuvieron un campo libre para expresarse y dejar su huella allí, entre las piedras, y cada pieza de arquitectura se completó en un rompecabezas de distintos estilos que viven en armonía.
Lava, Roca, Lluvia, Agua, Cráter, Niebla son los nombres de algunas calles que cruzaban entre casas como Casa Chávez Peón, Casa López Prieto (ahora Casa Pedregal), Casa Morán, Casa Cetto, Casa Alonso Rebaque o Casa Arturo. Muchas de ellas ya no existen, pero otras incluso se pueden visitar.
La historia de esta colonia es un caso único. Entre visionarios, urbanistas y arquitectos levantaron una aldea en una superficie de lava. Es muy triste que muchas de las casas han sido demolidas, se han deteriorado o han sido completamente remodeladas. Se necesita mas cariño para proteger, arreglar y rehabilitar las grandes obras arquitectónicas que siguen estando en esta zona paraíso de piedras.