Hubo un momento en la primera mitad del siglo XX en que México y la Unión Soviética tuvieron una infatuación enorme y mutua. Fue –discutiblemente– uno de los mejores momentos estéticos de nuestra ciudad, porque la influencia del socialismo permeó las políticas públicas del estado mexicano y se materializó, sobre todo, en arquitectura. Es decir, la ciudad de México está salpicada de arquitectura socialista; edificios y monumentos construidos bajo los ideales y la estética soviética.
Después de la Revolución, la iniciativa mexicana de un nuevo Estado planeó grandes obras arquitectónicas con estética austera y funcionalista. Estas obras debían ser por y para los trabajadores, porque la tierra era de quien la trabajara o de quien había dado su sangre por ella.
En nuestra ciudad hay sobre todo dos tipos de obra pública inspirada en el socialismo: los enormes multifamiliares diseñados para los trabajadores y los monumentos que enaltecen los ideales soviéticos.
Enlistamos abajo 4 de nuestros ejemplos favoritos de arquitectura socialista:
1. La fuente de petróleos
La que está en la glorieta donde convergen Paseo de la Reforma y Periférico. Este monumento es un emblema de la industria estatal y se hizo después de la nacionalización petrolera, cuando el espíritu nacionalista estaba en auge. Su principio es enaltecer el discurso de que la soberanía sobre los recursos naturales favorece los intereses de los trabajadores mexicanos. Sus alegorías colocan al obrero como el corazón que bombea la sangre de oro negro que dio al país su mejor etapa económica.
2. Las unidades habitacionales del IMSS
Parte del ideario socialista era dar una calidad de vida digna a los trabajadores del estado, por eso implementaron la seguridad social como una prestación laboral obligatoria. Construyeron multifamiliares que cumplían esta promesa. Básicamente, son unidades habitacionales masivas con todos los servicios básicos incluidos dentro de las mismas instalaciones –algo así como pequeñas ciudades donde la vida es igualitaria y funcional. Hay dos ejemplos notables que hoy continúan en pie y bajo el mismo esquema: el CUPA (Centro Urbano Presidente Alemán) y la Unidad Independencia, ambas del IMSS.
3. El Monumento a la Revolución
Este monumento, construido por el arquitecto Carlos Obregón Santacilia, pretende honrar el inicio de la etapa socialista del país. Lo construyeron sobre los vestigios del inacabado proyecto del Palacio Legislativo Porfirista, que irónicamente sirvió para construir el homenaje al movimiento que acabó con su mismo régimen. Su estructura sólida refleja la fuerza del Estado, y en sus cuatro esquinas se esculpieron los valores socialistas, como el trabajo y sus frutos.
4. Los murales dentro de los edificios públicos
Los artistas más relevantes de la época plasmaron la consagración del movimiento revolucionario con personajes arquetípicos de la cotidianeidad nacional. El obrero y el campesino fueron figuras centrales de una narrativa compuesta por una épica historia que se contaría mediante una estética socialista. En estas pinturas, los trabajadores son motor y alma de la historia nacional. Diego Rivera, declarado socialista, habría de llevar la estafeta de este movimiento que teñiría de rojo los muros al hacer de la pintura parte íntegra de la arquitectura.
Por ejemplo:
La fachada del complejo sede de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, los murales internos de la Secretaría de Educación Pública, los muros de las escaleras del mismísimo Palacio Nacional.
El socialismo en México se adaptó al contexto de un país convulso en pleno crecimiento. Se mezcló estéticamente con la arraigada noción de la raza y su cultura se propagó como el maíz por la tierra. La arquitectura, por su carácter público, fue el campo más fértil, aunque su cosecha duró solamente unos 60 años. En los sesenta, cuando el país comenzó a adoptar una tendencia neoliberal, la esencia socialista fundamental quedó apenas en estas construcciones.
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