Al calor del fuego, la güera —como nos pidió llamarla— nos platicó que lleva 27 años al mando del comal. Desde entonces se repite el mismo ritual: en cuanto abre las puertas del edificio al medio día se acercan los clientes a los tlacoyos de la güera. El panorama de coloridos bancos de plástico y medidores destartalados es la antesala de esta híbrida y deliciosa garnacha. A pesar de los apretujones por la estrechez del espacio, la gente queda satisfecha al comer. En realidad es imposible no chuparse los dedos.
La entrada del número 11 de Luis González Obregón en el Centro Histórico tiene un letrero blanco con rojo que dice La Blanca, aunque la dueña del local se llama Doña Magos, alias la güera. El edificio es hermoso, con unos arcos y un vitral que a pesar del tiempo no pierden estética.
Los tlacoyos de tlacoyos de la güera Doña Magos no son estrictamente tlacoyos, son una mezcla entre taco y tlacoyo.
Entre tacos y tlacoyos: un dilema culinario
¿Cómo llamarlo si es demasiado redondo para ser un tlacoyo y demasiado relleno para ser un taco? El cilantro, la cebolla y el limón partido que va con cada tlacoyo nos llevan a pensar que se trata de un taco; pero el requesón, chicharrón y frijol del relleno nos dejan sin argumentos.
El plus de los tlacoyos de la güera es que todos llevan carne. Así se sirven. Puedes elegir entre bisteck, longaniza y campechano, para gozo de todos este último se mezcla con nopales. Cada ingrediente tienen un sabor exquisito y ninguno es menos importante que el otro. Hasta el quesito rayado que suele fallar en este manjar aquí es muy fresco.
Alfonso, Abel e Isabel son parte de la familia de La güera y ayudan en el negocio. Nos recomendaron probar la salsa roja; está hecha con chile morita y eso le da un sabor entre dulce y ahumado.