Azcapotzalco, “el lugar donde viven las hormigas”, es un cristal de mil colores y una fuente inagotable de realismos mágicos. El nuevo fenómeno es el del Town Center El Rosario, un centro comercial que se llenó de patos. Ahora los patos viven entre los clientes y los carritos de súper como si ellos también fueran allí para comprar un helado que les alivie el calor.
Los nuevos transeúntes chintololos
Para quienes no lo conocen, el Town Center El Rosario es una de esas plazas ocultas detrás de un jardín espeso y una fuente que sirve a la vez como estanque. Esas que parecen diseñadas para que uno realmente organice todo su domingo ahí. Por alguna razón, estos patos domésticos (Anas platyrhynchos domesticus) eligieron este lugar como su nueva morada. Se pasean entre la gente a paso de señora, se bañan en el estanque de atrás y están ya tan acostumbrados a la gente que ni se inmutan con los días de plaza.
Los dueños del centro comercial aseguran que en un inicio no eran tantos. Los trajeron para darle vida al estanque, pero, al igual que ocurrió con muchas otras aves de la ciudad, los patos se sintieron tan a gusto durante la cuarentena que se reprodujeron y además le perdieron un poco de miedo a los humanos.
Lo cierto es que, aunque la mayoría son patos domésticos (blancos y con picos color naranja) y por lo tanto chintololos, uno puede ver a algunos ejemplares silvestres caminando entre ellos. Hasta ahora nadie tiene la certeza de si se van a quedar a vivir allí o migrarán cuando llegue su tiempo. Es más ni siquiera saben de de dónde vinieron, aunque es probable que se hayan mudado del lago que está en el Parque Tezozomoc. De ser así, la mudanza les convino.
No alimentes a los patos
Entre las muchas razones por las que estos patos se adecuaron tan bien a su nuevo hogar está la comida gratis que reciben de todos los clientes y paseantes que los miran con mucha curiosidad o de las personas que van al Town Center con la única intención de alimentarlos a pesar de las recomendaciones de los mismos dueños del lugar. Según nos enteramos, estas aves reciben una buena alimentación por parte del personal de la plaza, así que darles alimentos como pan o galletas no sólo es innecesario, sino también dañino para su salud.
En todo caso, si uno quisiera portarse simpático con ellos, lo mejor es tomarlos como lo que son: transeúntes. Caminar junto a ellos es un guiño de ese realismo mágico que rodea a Azcapotzalco, porque entre sus graznidos se pueden adivinar los diálogos que diría cualquier otro asistente a la plaza: “Compermiso, voy pasando”, “Disculpe…”, “¿Habrá visto por ahí a mi hijo” o, los más mañosos, “Perdone que lo moleste, vecino ¿Se irá a terminar ese helado?”.
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