*Texto publicado originalmente en Comilona, con aportes de la redacción Local.

“El hackeo a la alta gastronomía es cambiar algunos elementos que parecen constantes en un dinámica gourmet”, menciona Jair Téllez chef y fundador de Mesa B. Este nuevo proyecto es una experiencia de comida en un espacio en la Colonia Juárez que ofrece un acontecimiento libre y sin pretensión de ser opulento, y ningún compromiso de repetirla. Lo que ofrece es lo que es: no abre todos los días y el menú es desconocido, incluso para ellos.

Jair y su esposa Milena Pezzi decidieron abrir este espacio para irrumpir en la manera en la que creen que debería de ser un restaurante. Empezaron a cuestionarse términos como la temporalidad, el espacio, el servicio y fue de ahí que surgió la idea de hackear la alta gastronomía.

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El espacio, que en un principio funciona como la bodega de vinos del restaurante Amaya, tiene una mesa larga al centro con no más de 20 sillas, la cual funciona como excusa para generar nuevas dinámicas e interacciones. Luego, en una esquina, una pequeña cocina, en donde se producen los maravillosos platillos que planean horas antes del evento.

Para ellos, los lugares de alta gastronomía suelen ser opulentos, demasiado agradables, impecables y tienen que servir todos los días.

“Ofrecer platillos diarios dos veces al día, puede llegar a ser muy complicado y sobretodo inconsciente con el medio ambiente. Por ejemplo si encuentras una almeja increíble y la quieres servir diario, es muy probable que no exista tal cantidad de producto. Esto lo vuelve un dilema para la alta gastronomía”, menciona Jair.

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Por esta razón es que en Mesa B, el menú se ajusta a lo que hay y se le pide al comensal que si va a ir, es porque está dispuesto a atreverse a probar cosas nuevas. La intención es cambiar las reglas del juego de un restaurante en donde uno escoge de un menú muy variado. En ese caso, esto más bien es como una casa y comes lo que te sirven.

Para Jair algo que sucede mucho en este gremio es el temor al error y por lo mismo para un chef es muy fácil caer en la comodidad, lo cual limita la creatividad. Entonces se empiezan a compartir mentiras a medias en donde se juega a que todos somos creativos y a que nos atrevemos a probar cosas nuevas.

Para ellos lo que más les emociona en estos momentos es crear y producir emociones en ellos para después poderlo comunicar con la gente. Por eso Mesa B es un acontecimiento.

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El pago por el menú se realiza previamente para que cuando llegues, puedas entregarte por completo al evento. No hay menú establecido, no hay servicio. La idea es regresar a lo primario, a tu casa. No hay distancia entre el comensal y el chef.

Nadie sabe lo que va a suceder, se vuelve mágico porque lo que ahí surge no va a volver a pasar. La primera vez que lo hicieron, invitaron a gente especial para ellos y aunque no todos se conocían, terminaron bailando con la música de uno de los integrantes de los Pachanga Boys, que por casualidad llegó al evento.

Tal vez una de las máximas de este proyecto no sea solo hackear a la alta gastronomía, sino reconocer qué te mueve a ti para compartir. Al final todo se dirige a lo increíble que es hacer las cosas para tus amigos. Y todo al rededor de una mesa.

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