Blu Café tiene 10 años existiendo en la Portales, es uno de los lugares favoritos de los vecinos y, ahora que lo conocimos, también nuestro. El local es pequeñito y apenas le caben dos mesas, pero justo eso es lo que le da esencia, porque se convierte en un espacio casi íntimo donde uno más que desayunar o beber café, va a hacer comunidad y buenos amigos.
Quetza, Paola y su mamá Lorena, son las encargadas de Café Blu, un negocio que desde el inicio comenzó como un proyecto familiar que ha sabido resistir a los tiempos. Según nos cuentan, su papá quien inició con la idea de poner una cafetería y poco a poco fue contagiando a sus hijas hasta que, justo a un lado de su casa encontraron el local perfecto para iniciar su proyecto.
En ese lugar duraron sólo un año, pero eso no los detuvo, ya que decidieron montar el negocio en su cochera, que es donde permanece el café. Fue allí donde Quetza y Paola decidieron darle un estilo más kawaii utilizando como decoración los juguetes, cuadros e ilustraciones que han tenido desde la infancia. Al ser diseñadoras, su buen ojo les permitió crear un espacio agradable donde a uno se le va la mañana sin que se dé cuenta.
De hecho, Blu, al igual que otros cafés en la ciudad, es un punto de encuentro para artistas independientes que quieran vender o presentar su trabajo. Si bien, por cuestiones de la pandemia, las actividades presenciales están muy limitadas por el momento, Quetza no descarta la idea de volver a organizar bazares de ilustración o mini-exposiciones de creadores emergentes.
El menú de Blu Café
El menú de Blu es breve, pero muy cumplidor. Recomendamos mucho visitarlas para desayunar y probar sus chilaquiles que tienen un toque 100% casero. Dicen que sirven exactamente la misma comida que ellas quisieran probar para sentirse bien y vaya que lo logran, porque cuidan cada detalle para tu platillo sea único.
Por otro lado, su café, que viene del molino La Finca Lina, combina perfecto con los pasteles decorados y galletas —que se han vuelto muy populares— con la misma temática del local o con alguna celebración. Por ejemplo, cuando nosotros los visitamos estaban celebrando que encontraron a su gato perdido, La Nutria, y por eso decidieron dar café y galletas en forma de gato de cortesía.
También conviene visitarlas a la hora de la comida, cuando el menú se vuelve un poco más generoso con hamburguesas y sándwich. Aunque, si algo podemos decir, es que sin importar la hora, uno siente el amor por las cosas bien hechas desde que cruza la puerta y es quizá esa la principal razón por la que los vecinos han abrazado tan bien este café que sin sospecharlo ya es un ícono de su colonia.
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