Las terrazas son lujos opulentos en las ciudades grandes, entes amontonados en donde casi nunca sobra el aire. En nuestra mancha urbana –tan falta de perímetro libre– hay una nueva terraza en un séptimo piso y con vista directa, altísima, al Monumento a la Revolución: Arango, cocina de raíces. Un restaurante con muchísimo aire fresco y un art decó que combina bien con los alrededores de la Tabacalera.

Arango

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Justo un piso más arriba que la Terraza Cha Cha Chá, Arango es del mismo gusto por la buena vista y los espacios amplios, aunque con algo más sofisticado y más encantador. Los grandes ventanales enmarcan tres puntos cardinales y la decoración es elegante, de lámparas grandes y buena cristalería. El techo en celosía fracciona la luz y a buena hora las mesas son puro sol y pura sombra.

El menú es también más cuidadoso. Al frente está Alejandro Cuatepotzo, formado con Óscar Rito y Enrique Olvera, y también chef del Antonia Bistro en San Miguel de Allende. Alejandro es de Puebla, influencia principal de Arango en recetas e ingredientes, aunque también hay mucho de la península de Yucatán y Baja California, que fueron sus hogares temporales.

Arango

Pulpo asado con salsa de chorizo, aguacate, chile güero y papas rostizadas.

 

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Cachete de res horneado lentamente con mole de cuajes, cilantro y vegetales en escabeche.

Las recetas son elaboradas y la presentación meticulosa, lo que no quiere decir que en Arango la formalidad abrume, al contrario, de vez en cuando uno agradece un muy buen plato y un servicio atento, mientras el espíritu del lugar sea ligero. El menú tiene, por ejemplo, tacos de cordero poblano, sopes de camote con barbacoa de lengua de res, calabaza yucateca rostizada con mole verde, pollito de leche rostizado con pipián rojo o pato confitado con mole mancha manteles.

Arango

Calabaza de Yucatán rostizada con mole verde.

 

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Esquites negros con rabo de res braseado.

Las porciones son justas y la intención del chef es que uno pida al centro varios platos, para probar y compartir. De sus ingredientes, el pescado y marisco llegan del proyecto de pesca sustentable de Erick Guerrero en Veracruz y Ensenada; de Oaxaca traen algunos chiles y condimentos; los vegetales son de Yolcan y algunos ingredientes de San Miguel de Allende.

En Arango uno puede estarse muchas horas y tomar baños de sol. También ir a ver el atardecer o la ciudad llena de luces; el encanto de las terrazas es que cambian tanto como la luz que les toque.  No hay obligación alguna de pedir un plato pues las barras de bebidas tienen la misma vista; en su menú de cocteles recomendamos el “jamaiquita”: mezcal, licor de chiles y limón. 

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Pronto también tendrán menú de degustación y tal vez desayunos. Por ahora, en Arango hay lugar suficiente para muchos comensales separados por un justo espacio, vista sobrada para alcanzar ciudad desde cualquier mesa, buena comida, tragos ricos y todo el aire que parece no llegar abajo.

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