Mia Domenicca es lugar relajado pero elegante. El pero es importante; la elegancia no es sinónimo de pretensión o pose, más bien es esa cualidad intangible y especial de un lugar que sabe bien como servir el vino, preparar una buena pasta o sazonar cualquier pescado… El menú cabe en una sola hoja que puede tener un espagueti cacio e pepe, una pieza de cordero con Pedro Ximenez, yogurt y melón o una ensalada con 30 variedades distintas de hojas.

El proyecto de Diego Patrón se quedó a poco de no existir hasta que dio con la casona en la Roma, de luz generosa y muchísimas plantas, en la que vive ahora. Mia Domenicca significaba para Diego –restaurantero desde hace años– un respiro más honesto: un solo proyecto al que dedicarle toda la atención, de la copa de vino a la carta de postres.

El menú es breve y cambia de acuerdo a la temporada –como el octubre de la seta de un rosa imposible que glasean con mantequilla noisette–, aunque hay platillos que permanecen. La influencia principal son los sabores de la cocina mediterránea y todas las pastas se hacen artesanalmente. El spaghetti a la chitarra es creado usando un instrumento ancestral sobre el que colocan las láminas de pasta para formar tiras finísimas y cuadradas. También hay deliciosos agnolottis rellenos de maíz dulce o la pasta más original: los caramelles. Pequeños cuadrados con tinta sepia, rellenos de sobrasada y calamar.

Santiago Migoya es el chef al frente del restaurante. Se declara abiertamente partidario de la cocina clásica, con las técnicas francesas o españolas, y de la calidad en servicio, preparación y presentación de un platillo. Le gusta experimentar, más cuando a Mia Domenicca llegan paladares dispuestos a probar ingredientes que no existen en los registros gustativos de los mexicanos, como las sardinas a la plancha. O los postres de cacao amargo, que sirve con aceite de oliva y sal y acompaña con pan.

A Mia Domenicca, tanto Diego como Santiago le dicen “cocina de producto”, porque en todos los platillos los productos hablan. Los sabores no se esconden; lo que tiene aceite de oliva sabe a aceite de oliva y lo que tiene pimienta, a pimienta. La ensalada de hojas de Yolcan con vinagreta de fruta de la pasión sintetiza muy bien esa postura: 30 diferentes variedades, cada una con una textura y sabor distinto. La idea más sencilla llevada a un hemisferio en el que si el producto fuera malo, la experiencia no sería tan especial.

En esta casona de la Roma hay una terraza llena de plantas y muy a gusto para comer bien. Fue una sorpresa para nosotros entrar a Mia Domennica y vamos a regresar muchas veces.

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