
Popotla: el encantador barrio que está a la sombra del Árbol de la Noche Triste
Las calles de Popotla –siempre a la sombra de un árbol famoso y triste– prometen caminatas tranquilas, casas eclécticas y anónimas, y relatos de terror.
Las calles de Popotla –siempre a la sombra de un árbol famoso y triste– prometen caminatas tranquilas, casas eclécticas y anónimas, y relatos de terror.
De enero a diciembre, sólo por la estación Barranca del Muerto pasaron 14,023,384 personas, y el desgaste de las escaleras es una evidencia increíble.
El Jing Teng es buena comida a buen precio. Sin demasiado adorno, sin nada de pretensión. Puedes pedir dim sum y pato rostizado, tocino con miel o probar el pollo estilo cantonés, auténticamente chino.
La vida es injusta: Yo tengo que pagar por jugar, mientras otros cobran fortunas. Y ni así pueden hacer un papel decente en el Mundial. Decido cambiarme de esquina; a ver si por lo menos junto para pagarle a mi amigo lo del arbitraje.
Esta semana te sugerimos 9 cosas para hacer, ver, escuchar, leer y bailar en la Ciudad de México.
En este puesto en la Roma hay fish tacos estilo Baja California, aguachiles como en Sinaloa o coctel de camarón tipo Acapulco.
El templo más alto del mundo está en México. Está, de hecho, a una hora de la Ciudad de México: el Monte Tláloc, a 4,120 metros sobre el nivel del mar.
Los relojes públicos comenzaron a ser olvidados, pasaron de ser un elemento útil a un símbolo anticuado pero los que aún quedan forman parte del paisaje citadino y aunque ya no sean esenciales, son elementos únicos de la ciudad.
La tercera edición de este bazar reune en un solo lugar a anticuarios, coleccionadores o quien quiera curiosear e imaginar entre cosas viejas.
Universum se renueva poco a poco. El proyecto, que promete muchísimo, estará listo en el 2022. Por ahora la mayoría de las salas están abiertas al público.
Regina Quesada se dedicó al diseño gráfico hasta que decidió convertir la ilustración en más que un pasatiempo. Su trabajo habla de la infancia, la inocencia, lo retro, lo kitsch y la fantasía.
¿A qué niño/a no le apasionaría un deporte que le significaba minutos desbordantes de adrenalina y felicidad, volando por los aires y volviendo a caer entre los brazos de su padre? Me atrevo a pensar que cualquier lector que de chico asistió al estadio o que, como yo, festejó con intensidad un gol desde su casa, podría reconocer su propia emoción.