“Explótalo, distorsiona mis huesos.
Me gusta la hormiga que se trepa en mi cuerpo.
Salí de mi casa, me encontré tres muertos.
Ya sabes, supuesta justicia del gobierno.
Tomé mi bici rolando por la calle.
Ahí en la esquina venden magia cristalina.
Uno, dos, las tres, sales corriendo.
Ahí vienen los puercos, se suma el fuego.
Estoy en la calle, no te malviajes.
Déjala fluir.
El rush ha llegado a ti.”
— “M”, 2016
Priscila y Nicole son un combo ganador. Aunque tienen la energía de niñas de seis años, tal vez sea cierto lo que dicen: son almas viejas, porque antes de esta vida tuvieron ya tres anteriores: una de monja, otra de puta y, la tercera, de sirena. Nicole es MC y estudió cine y fotografía. Priscila es DJ, publicista y diseñadora gráfica. La suma de esos talentos es Magdalena 3 Vidas, una banda de rap de chicas para chicas.
Aunque el hip hop es un género que han seguido por años, no encontraban en él referencias femeninas con las que se identificaran mucho. “La mayoría de las morras en el rap tiende a copiar lo que hacen los hombres, a hablar igual, vestir igual y tratar los mismos temas. Escuchar una morra diciendo ‘yo tengo más ovarios que tú y te rompo tu madre’ no nos suena ni natural ni cercano”, dice Nicole. Priscila, que es DJ desde los 16 años, había pasado ya por la electrónica, el techno y el trance, y recorrió varios foros de México, Brasil y Canadá. “Pero después me aburrí de tocar esa música porque es muy básica, cada 32 tiempos hay un cambio y después de un rato se vuelve fácil de mezclar —afirma—. Quería otro reto y por eso me clavé en el hip hop”. Las dos nacieron en los años noventa y en sus videos, hechos totalmente por ellas, reproducen esa estética: luces de neón, peinados de chonguitos y colitas, chokers, licras, encaje, prints galácticos y gatitos.
Sirena es su primer EP y “M” fue el primer sencillo, que de inmediato atrajo a sus presentaciones chicas con ganas de bailar que no habían encontrado algo así de fresco en el rap hecho por mujeres. Sus letras hablan de bikinis, fiesta, perico con tapioca, sirenas embriagadas, mujeres asesinadas, y de paso piden menos promesas y un mejor presidente. “Este disco está hecho con samples del hip hop original, como en los noventa, pero estamos buscando una evolución hacia otros géneros, como el trap y el R&B. Queremos nuevos sonidos, nuevos productores y seguir experimentando”, comenta Priscila. Ella y su novio, el rapero Letra J, están al frente de Lucky Bastard, la tienda de ropa, y Lucky Bastard Records, la disquera de la que forman parte ambos proyectos.
En la última edición del Festival Marvin estuvieron en el cartel para tocar en el Pata Negra, pero les tocó el peor horario: la hora de la comida. Tenían que subirse al escenario a las tres de la tarde. Cuando llegaron había 15 personas y pensaron que aquello iba a ser deprimente. Pero, poco a poco, se fue llenando y al final conocieron a un grupo de chicos que vinieron a verlas desde Guatemala. Eso les infló el espíritu.
Un sonido como el de ellas hacía falta y quienes las reconocen en la calle se lo dicen todo el tiempo. El público gay las ha recibido con aplausos, pero entre los seguidores del rap más tradicional han encontrado cierta resistencia. “Suelen recibirnos con una actitud muy retadora. Hay mucha gente que en serio viene sólo para tirar hate o nos dejan comentarios en YouTube diciendo que hacemos música basura —dice Nicole—. Pero, bueno, no somos moneditas de oro. Hasta Britney tenía sus haters y era la número uno. Además, la mayoría termina moviendo la cabecita de arriba abajo una vez que nos escuchan.”