Dejarse de modas y novedades para ir a tomar tragos, bueno más bien cervezas de tarro heladas, eso es la Cervecería Vizcaya en el 128 de la calle Bucareli. Algunos dicen que es cantina, otros que es una cervecería, el chiste es que la dirige un alemán, muy sangrón, muy directo ––pero eficiente.

Un letrero medianamente art deco, fondo negro y letras mayúsculas doradas en uno de los locales del elegante Edificio Vizcaya anuncia la cervecería Vizcaya e indica que existe desde 1939. Las paredes están decoradas con vieja publicidad de la cerveza alemana Kloster. Y una especie de mural de óleo viejo con un duendecillo germanoirlandés que toma de un tarro evoca una dulce decadencia, cómo cuando se podía fumar en todos lados y la nicotina lo opacaba todo con su aura amarilla.

Cervecería Vizcaya

Cervecería Vizcaya

Además hay letreros neones de marcas de cerveza, pósteres de tipos de chelas, güeras, oscuras, fuertes, suaves y aromatizadas. El piso es ajedrezado, las sillas son de “cuerhule” color rojo pasión y las mesas de formaica marmoleada contrastan con servilleteros de plástico con tulipanes que parecen recuerdo de fiesta de XV años. La concurrencia es muy poco homogénea, gente local, de fuera, amigos de toda la vida, parejas nuevas… No venden comida, sólo ofrecen una bolsa de palomitas de maíz para horno de microondas en su bolsa original y cuestan $35, acompañadas, obvio, de un frasco de salsa Valentina. Antes había tacos de cabeza, dicen que los mejores, pero eso es del pasado.

Ir a la cervecería Vizcaya es como usar uniforme, todos son iguales y todos disfrutan exquisitamente igual, vaya, hasta el baño es unisex.

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