O las suelas blancas están invadiendo pero en buen plan la ciudad, o el Universo está mandando mensajes de alerta subliminales, como cuando a una chica no le baja la regla y sale a la calle y el ojo detecta a la primera… una aquí, dos allá, y ¿será posible que…? ¡otra mujer embarazada!
En la metáfora masculina del fenómeno encontramos el triste caso del que se está quedando pelón y ve anuncios de champú en los laterales del pesero. Es un pesero insistente además.
Distinto es el caso de los anuncios segmentados en Google. En efecto uno sabe que si buscó vuelos a algún destino, las cookies estarán atentas para seudo sorprenderlo, la palabra es atacarlo. Acá uno sabe que hay un mecanismo previamente pautado detrás de todo el proceso. ¿Pero con las embarazadas? ¿Quién les paga? ¿Y el caso de los tenis blancos? Justo cuando uno se vuelve poseedor del objeto del fetiche, también la amiga, la jefa, el ex y un batallón de millennials desconocidos parecen imitarlo según los de ego elevado, o lo hacen sentir parte de un todo, según los que leyeron a Freud hablar de masas.
¿Cuál es la verdad detrás del síndrome “Y ahora todos de blanco”?
Claramente hay un estudiado plan de marketing, de medios y de relaciones públicas, llámenle hache. Pero sabe mezclarse con la espontaneidad, esperada, de los líderes de opinión. Orgánico, se le dice de la puerta para adentro. La silueta cumplió 35 años y sigue vigente. 35 años para cualquier producto en la era del fast fashion es un milagro que se mimetiza con el mito. Tenemos un producto bueno en sí, de no ser así, no hay plan de marketing que lo sostenga.
Al producto en sí, todo blanco e inmaculado, se le suman horas de conceptualización. Creativos inhouse o de agencia que dejan de tener una vida, una novia o un fin de semana en familia para bajar una idea que redondee todo el brief. Tenemos Battle Force. Es fuerte y engloba toda la idiosincracia de la marca y de Battle Force se cae una campaña de guerrilla que sucede por los bajos como si no sucediera en el canal oficial. Ahora le toca fusionarse al plan de relaciones públicas.
Hay X pares de AF1 para regalar a influenciadores, a editoras de revistas, a blogueras, a líderes de opinión que machen con el segmento objetivo. Hay que determinar qué número es X. Hay que hacer una lista y las listas salen caras, más en un medio donde todas las semanas cambian gente, puestos y direcciones de correo. También hay que hacérselos llegar. Una vez que lo tienen en sus manos, hay que esperar que la talla que conseguimos sea la correcta y hay que esperar que lo pasen de las manos a los pies. Hay que esperar que tomen fotos. Y en el medio y si no pasa y si pasa pero fuera del manual, hay que saber seguir siendo AF1.
Recién en este momento, empieza el caso de la embarazada que sólo ve embarazadas o del pelón atormentado por cabelleras de príncipe valiente. Sí, una vez que los tienes los ves como en todos lados, mitad porque hay mucha gente trabajando para que direcciones la vista para abajo, mitad porque cuando la agachas, ves algo que de verdad está chingón.
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