Los muchachos de antes iban trajeados y ensombrerados; para salir a cualquier parte, el sombrero era indispensable, y todos los (buenos) sombreros eran Tardan, esa mítica sombrerería del Centro Histórico que lleva en el mismo sitio más de 170 años. Sus sombreros tocaron las cabezas de Don Porfirio, Zapata y Lindbergh. Y las ventas siguen, desde su vista privilegiada frente al Zócalo y bajo los arquitos de Plaza de la Constitución.

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Fotografía de época, cortesía de Tardan

Tardan se fundó en tiempos de Santa Anna, cuando las tropas estadounidenses acababan de poner su bandera en la portada de Palacio Nacional. Con todo y la invasión extranjera, bajo el “Portal de los Mercaderes” –ahora Plaza de la Constitución–, comenzaban a prosperar comercios, entre ellos una sombrerería que importaba piezas desde Europa y Estados Unidos. Se llamaba “El Castor” y fue comprada por un empresario francés de apellido Dallet.

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Fotografía de La Ciudad de México en el Tiempo

Dallet frecuentaba el café “El Cazador”, en la esquina de Plateros y Monte de Piedad, justo a la vuelta de la sombrerería. Ahí conoció a Charles Tardan, un francés adolescente que se ganaba la vida como mesero y que le cayó muy bien. Pronto lo invitó a trabajar con él, por ahí de 1880.

Tardan demostró ser laborioso y tener buen ojo para los sombreros y los negocios. En 1899 compró definitivamente la tienda, junto con sus hermanos, y convirtió su apellido en una marca que conocerían todos. “De Sonora a Yucatán se usan sombreros Tardan” : la frase (y los sombreros) recorrieron el país y las calles de la ciudad en un tiempo en el que vestir la cabeza era indispensable.

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Ahora, con el ir y venir de la moda, el sombrero ya no es necesidad pero si elección de gusto. Uno bueno y cuidadoso, que sigue siendo la especialidad de los Tardan. Los hay de lana, piel de liebre; seda, fieltro y finísimos, de pelo de conejo. (Hay, desde luego, crueldad animal detrás de algunas pieles, así que recomendamos limitarse a pieles de animales comestibles). Los precios van de los 500 a los 5 mil. Hay para todos los gustos: de suave palma panameña ( $2,000), fieltro de lana walton ($1,286) o completamente lana ($1,050).

Los sombreros viven en amplias vitrinas de cristal, al estilo de las boutiques, y en la entrada al cliente lo recibe una cafetería que inauguraron hace algunos años, con sus mesitas que dan a Palacio Nacional. En tiempos en los que escaseaban los que quisieran usar sombrero, los Tardan ampliaron horizontes y empezaron a fabricar e importar cinturones, carteras, blusas y guayaberas, aunque lo más especial siguen siendo sus cientos de modelos para cabezas.

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Tienen una tienda en línea con todos los productos, aunque en definitiva lo mejor es pasear entre las vitrinas del Centro Histórico, probarse unos cuantos y elegir, entre sus cien opciones, el Tardan más especial.

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