Joaquín Medina se dedica a los bonsáis desde hace 40 años. Todos los días deambula la ciudad con su nieto vendiendo miniaturas de jacarandas, juníperos, pirules, olmos o robles. Es de los pocos maestros callejeros de bonsái, y sus árboles son sanos y estéticos, como deben ser las especies a escala.
Su pasión por el bonsái –el arte del sometimiento y la dedicación estética– la heredó de su padre, quien vendía plantas. En su adolescencia trabajó con la famosa floristería Matsumoto y allí perfeccionó su técnica y la paciencia que requiere formar una miniatura viva.
El hombre moldea al árbol en la medida que el árbol moldea al hombre.
Víctor (su nieto de 11 años) lo acompaña a vender los fines de semana. Él es el que continuará la tradición del bonsái y ya sabe todo lo relacionado con el cuidado, mantenimiento, origen y hasta, si le preguntas, el nombre científico.
El proceso del bonsái es arduo y no termina nunca, pero cuando uno lo compra ya solamente tendrá que aprender a regarlo y a podarlo. El trabajo difícil está hecho. Cada árbol comienza con la estaca (pedazo de tallo) o semilla plantada en una maceta de cerámica. Luego podan las raíces y las cicatrizan para someterlas al tamaño del plato. Cuando el árbol surge, el maestro le da forma a las ramas, casi siempre con un alambre, y este proceso dura de 3 a 5 años. Don Joaquín los hace por camadas de 100.
Cuidarlos
Cuidarlos es difícil pero no imposible. Primero hay que encontrar su lugar perfecto para que el bonsái se aclimate. Lo mejor es frente a una ventana en que entre el sol. Se tiene que bañar completo, con todo y tierra, con atomizador dos veces a la semana. Para saber si los cuidados van por buen camino uno necesita esperar 1 año haciendo el mismo terapéutico ritual.
Como es un poco difícil, este es el celular de Don Joaquín: 55 2758 2587.
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