Robert Hutchison construye casas para albergar memorias. Lo que habita esas casas son espíritus del recuerdo de cosas muy específicas. El arquitecto acaba de inaugurar la exposición Memory Houses en el Jardín 17 (un anexo de la Casa Barragán), que ya es de por sí un espacio lleno de rincones para evocar. En la casa construida al fondo de los arbustos y floripondios están sus dibujos, planos y pequeñas maquetas de 16 casas construidas en la costa este de Maryland, con vista al río Wye.
En realidad, ninguna de esas casas para la memoria existe; Hutchison dice que la arquitectura también es eso que aún no está construido. Todos los ejercicios (planos, maquetas, proyecciones) de los 16 proyectos que forman Memory Houses son generosos albergues para que los fantasmas de su memoria familiar puedan vivir. Hay una Casa para las locomotoras, un Faro para los recuerdos, una Casa para las campanas o una Casa para una viuda.
Las paredes de la casa del Jardín 17 tienen los dibujos y planos a escala de cada una de esas casas. También hay pequeños modelos de cerámica de cómo se verían en volumen, colaboración con el taller de cerámica Suro en Tlaquepaque; un video que mezcla 14 dibujos de Tristan Walker superpuestos a las fotografías del terreno en donde estarían construidas las casas y, por último, un modelo a media escala de una de las casas en la azotea.
En el 2015, el padre de Hutchison llegó al momento de la demencia senil en el que se desvanecen los recuerdos. Por eso el arquitecto decidió retomar el proyecto que habían trabajado juntos 25 años atrás: un diseño en la costa este de Maryland, con vista al río Wye. Cada una de esas casas imaginarias forma la exposición; y aunque en los planos de arquitectura las líneas son rectas –casi sólidas- y contundentes, Memory Houses deja mucho espacio para que la mente divague.
Los pequeños folletos con el texto de sala terminan con una cita de Stephen Dunn: “What is the past if not unfinished work, swampy, fecund, seductively revisable”. Y es que es una suerte que esta exposición viva en el Jardín 17 –construido por Barragán y restaurado por Alberto Kalach– en donde la luz es limpia, casi todo tiene un color verde sereno y uno no escucha el eje vial que está a unos cuantos metros. Así deberían ser todos los espacios para recordar.
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