La postura de Camille Vivier (París, 1977) es contundente: las mujeres deben fotografiar a las mujeres. “Es una manera de empoderar e ir dejando testimonio del paso del tiempo”, nos dice en entrevista.

“La historia del arte ha mostrado que los hombres tuvieron el monopolio de pintar y fotografiar a las mujeres, pero ya no es así, y el ojo que una mujer tiene sobre otra mujer es más agudo, más abierto, especialmente cuando tiene que ver con el cuerpo y la idea de belleza, es menos uniforme y probablemente más gentil, también, sin efectos vinculantes”.

En Europa, su primera exposición individual en México, podemos ver las diversas maneras en que se ha aproximado al cuerpo femenino en dos décadas de carrera.

mujeres vivier

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Apolonia Torres, la curadora de Europa, hizo una selección de varias de sus series, tanto nuevas como no tanto, para presentar en perspectiva el trabajo de Camille ante audiencias mexicanas. Y siempre vinculadas a lo femenino, de manera literal o simbólica. “Se trate de un desnudo o de una escultura, la idea del cuerpo femenino y la mirada de una mujer están siempre ahí”, cuenta Camille.

La exposición de Camille Vivier se da en el contexto de la tercera edición de FotoMéxico, festival que este año busca estimular la reflexión y el pensamiento crítico sobre las identidades personales y colectivas de las mujeres, sobre los afectos y consecuencias que tiene su representación en la fotografía en lo político, lo social, lo público y lo privado. Por ello quisimos saber la postura de Camille en torno a representar mujeres, con frecuencia desnudas:

La mujer en las fotos de Camille Vivier

“La manera en que muestro a la mujer proviene de mis años adolescentes, me parece, se periodo de transformación, de autoconstrucción y de relación conflictiva con tu imagen, un momento en el que el cuerpo se vuelve en ocasiones un lugar de resistencia contra la alienación social, el poder masculino, el juicio… Es por ello que mis influencias son muy diversas: desde la pintura clásica a las películas serie B o los cómics. Las mujeres que represento son las heroínas que he podido proyectar en mí misma a través de los años, según mi entorno cultural y mis deseos”.

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En los muros de la casa de General León 51 se exhiben fotografías de varias de sus series emblemáticas, en las que ha venido cuestionando o reinterpretando temas clásicos de la fotografía, como el desnudo y el erotismo. Por ejemplo, en su serie de mujeres acompañadas de motocicletas, buscaba retomar la idea de Man Ray o Paul Outerbridge de asociar el cuerpo femenino con un objeto.

“En este caso, quería confrontar el cuerpo femenino con un material frío, fuerte, con frecuencia vinculado a la virilidad o a esos carteles de chicas para camioneros, pero aquí las mujeres se ven poderosas sobre sus motocicletas, son esculturales y casi mistificadas. También tenía en mente esta tradición de las películas de motociclistas de los 60 y 70 y quería invertir la dirección, algo como lo que hizo Russ Meyer pero que todavía tenía una mirada muy masculina”.

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Camille cuenta que busca dotar a cada una de sus series de un toque poético y de dulzura, al tiempo que pretende evitar lecturas demasiado binarias de su obra. Es por ello que la luz, las poses o la escenografía son utilizadas como un artificio para crear cierta distancia y un aspecto teatral en todas sus fotografías.

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“En “Trampoline”, por ejemplo, estaba en el campo y quise usar esa cama elástica, un juego infantil para exteriores muy común a manera de plataforma para la modelo —es mi amiga—; esa es quizá mi manera peculiar de lidiar con la realidad y con lo estético”.

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