Quizá es porque están ocultos bajo la maleza, llenos de árboles o parecen pequeños cerros pero en la Ciudad de México hay varios volcanes que duermen apaciblemente en la periferia. Para recordarlos, hicimos esta lista de los volcanes citadinos que uno puede subir, rodear u observar de lejos.
Todos hicieron erupción hace cientos o miles de años y luego se apagaron: este tipo de volcanes llevan el nombre de monogenéticos porque su actividad cesa tras la explosión. La mayoría forman parte de sierras o cordilleras más amplias como la de Santa Catarina, que aparece varias veces en cuadros del Dr. Atl y José María Velasco.
Volcán La Caldera
Justo a un costado de la autopista México-Puebla, en plena frontera entre la capital y el Estado de México, hay una elevación de 2400 metros cuya principal peculiaridad es un doble cráter y una curvatura asimétrica conocida como cerro de la Caldera. La extraña disposición física y geográfica del lugar inspiró a Dr. Atl para construir la Olinka, una ciudad para artistas, intelectuales y científicos. El proyecto nunca vio la luz, pero quedan algunos planos que sirven para imaginar esa ciudad extraída de una novela de ciencia ficción.
Volcán Teoca
En los alrededores de Xochimilco hay un paisaje de humedales y bosque con un pequeño cerro que solía ser un volcán. Se llama Teoca, “casa de los dioses” en náhuatl, y alrededor hay un centro ecoturístico en el que uno puede montar a caballo, acampar o sólo caminar y disfrutar del aire fresco. Justo en el cráter hay una cancha de fútbol, que vista desde las alturas le otorga un carácter único.
Volcán Teuhtli
Teuhtli en náhuatl significa “señor venerable”. Desde tiempos muy remotos es un sitio de reverencia para los locales que incluso hoy suben a honrar la cruz de la cima donde solía estar el cráter, a más de 2700 metros. Está en los límites de las alcaldías de Milpa Alta, Xochimilco y Magdalena Contreras. Es de tipo hawaiano y su diámetro es más grande que su altura. Subir a la cumbre es posible gracias a los senderos trazados por quienes viven a los alrededores.
Volcán Xitle
El Xitle es uno de los volcanes más conocidos del sur de la ciudad y uno de los más altos: pasa de los 3000 metros de altitud. Su erupción hace varios siglos originó los pedregales de la región, con sus senderos de piedra volcánica y fauna endémica de teporingos, tarántulas y cacomixtles. En náhuatl significa “ombligo” y es un volcán monogenético: hace erupción sólo una vez para luego apagarse. Aunque es un cono de ceniza, su cráter lleno de árboles hace fácil confundirlo con un cerrito verde.
Volcán Xaltepec
El volcán Xaltepec quiere decir “cerro de arena”. Pertenece a la Sierra de Santa Catarina, una cadena montañosa que rodea algunas regiones de Tláhuac e Iztapalapa. A pesar de estar a 2500 metros de altura está prácticamente rodeado por la mancha urbana. Tiene minas de tezontle que han sido explotadas cuando todavía existía Tenochtitlán y su estructura está erosionada: si uno lo mira desde alguna azotea de Zapotitlán, la población más cercana que hay, parece una enorme resbaladilla.
Volcán Tetlalmache
Este volcán –también conocido como Cerro de Guadalupe o Borrego– es uno de los puntos más altos de la ciudad (2820 metros) y también forma parte de la Sierra de Santa Catarina. Desde la cima uno ve una buena parte de Iztapalapa, la greca infinita de Ciudad Nezahualcóyotl, el lago de Chalco y el valle de Texcoco. Si uno llega a la estación del metro Tláhuac contempla una de las laderas del volcán que ya es un punto de referencia inconfundible del oriente capitalino.