Algunos lo llaman urraca, clarinero, quiscal y, los más despistados, cuervo. Lo cierto es que al zanate (Quiscalus mexicanus) le van muy bien estas etiquetas, porque es un ave que tiende al engaño. Su canto, que se escucha en casi toda ciudad, se confunde con el de otras aves e incluso con el de otros objetos urbanos como patrullas, alarmas de coche, niños llorando y organilleros. Un zanate es el ejemplo perfecto del camuflaje citadino.
Los machos tienen un plumaje negro iridiscente que, en combinación con su pico largo y negro, hace que se parezca mucho al cuervo. Pero en realidad pertenecen a la familia Icteridae que abarca a todos los mirlos del Nuevo Mundo. Las hembras, por su parte, tienen un plumaje marrón menos llamativo porque no necesitan llamar la atención de nadie.
Para alimentarse, los zanates prefieren pedacitos de tierra. Durante el día es común verlos hurgando en el pasto o clavando su pico en suelos blandos o fangosos. Principalmente comen granos como maíz, sorgo y avena, aunque en verano su dieta se vuelve animal y prefieren insectos como abejas, caracoles, babosas, saltamontes, larvas, avispas y polillas. Cuando viven en áreas lacustres o pantanosas, se dedican a cazar ranas, renacuajos, peces, culebras y roedores pequeños. También comen huevos y polluelos de otras aves. Pero en la ciudad, como a las ardillas y palomas, comen lo que sea: papitas, pan, hamburguesas, chetos, croquetas de perro o cualquier otro alimento que puedan hurtar. Se adapta a casi todo.
Los zanates viven en colonias enormes de miles de miembros. Por las mañanas forman pequeñas parvadas que se dispersan por todos lados en busca de alimentos y en la tarde, cuando el sol se empieza a ocultar, regresan a sus árboles en forma de un estruendo de silbidos y graznidos por parte de los machos que buscan la mejor rama para dormir y seducir de paso a una hembra. Sí, esos árboles que cantan en los parques todas las tardes tienen dentro decenas de zanates y zenzontles.
Como algunos de nosotros, el zanate es un ave todo terreno que se adapta muy bien a los cambios. Son uno de los habitantes más comunes de la ciudad; tanto que ya no podemos imaginar los parques y calles sin su canto tan variado. Por eso, no importa si los llamamos urracas, quiscales, clarineros o cuervos, queremos mucho a los zanates.
*Fun fact: Si ven un zanate cerca de su casa, traten de imitar sus silbidos y, si les contesta, es probable que regrese todos los días buscando a “su nuevo amigo”.
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