A Santa Fe algunos le llaman el “pequeño Houston” de la Ciudad de México y para muchos es el espacio aspiracional por excelencia. Lleno de edificios altos, canchas de tenis, centros comerciales, vías rápidas y poco lugar para los peatones. Pero antes de la década de los ochenta, pensar en ese cúmulo de edificios que se levanta en el poniente era prácticamente imposible. Debajo de todas esas oficinas, departamentos y centros comerciales hay minas de arena, tiraderos de basura y hasta un proyecto para construir el Centro de Readaptación Social Poniente.

La utopía de Vasco de Quiroga

La zona le debe su nombre al hospital para indígenas que Vasco de Quiroga fundó en 1532. Su idea era crear un pueblo completo basado en el libro Utopía de Tomás Moro porque, en la recién creada Nueva España, era un lugar lleno de problemas y deficiencias, perfecto para emancipar a la gente. En el complejo, además del hospital había parroquias, escuelas y casas para los indígenas. A Quiroga lo veneraban como su principal benefactor y líder religioso, y por eso lo conocían como el Tata vasco, que significa “papá vasco”.

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Vestigios de la Ermita de Santa Fe, lugar donde vivió Vasco de Quiroga. Foto: Estanquillo

Entre la rica vegetación de Santa Fe, que todavía se vislumbra entre los edificios, había una serie de manantiales que en 1538 propiciaron la construcción del acueducto de Santa Fe, cuya parada más famosa fue la Fuente de la Tlaxpana que dejó de existir a finales del siglo XIX. Todos estos terrenos pertenecían a Vasco de Quiroga.

La ruta comercial de Santa Fe

Como Santa Fe es un paso obligado de la ruta que conecta a Toluca con la Ciudad de México, durante la Colonia hubo una gran actividad mercantil en la zona. A partir del año 1700, los indígenas que vivieron en el pueblo de Vasco de Quiroga comenzaron a ofrecer sus productos a los viajeros que constantemente pasaban por esos caminos.

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El Acueducto de Santa Fe visto desde el templo de San Cosme. Foto: México Máxico.

Más adelante, en 1838, ya consumada la Independencia, se instaló una fábrica de pólvora para el Gobierno Federal, misma que sigue funcionando y dio origen al Campo Militar 1F. Después del imperio de Maximiliano, Porfirio Díaz recuperó la fábrica de pólvora. Por ser un edificio estratégico y de carácter militar, mandó construir una serie de casa-matas que también servían como puestos de vigilancia para monitorear la zona.

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Así lucía la fuente de la Tlaxpana, una de las paradas principales del acueducto de Santa fe. Foto: Manuel Landgrave Thal

Con el refuerzo de la seguridad, la zona de Santa Fe y sus paisajes boscosos fueron el destino favorito de las familias adineradas que vivían en Tacubaya. Esto fue incentivo suficiente para que el gobierno mandara a electrificar la zona y en 1880 iniciara un ramal de vías del tren que conectaba a Tacubaya con la Ciudad de México. Más que un medio de transporte, este tren era un atractivo turístico para la burguesía porfiriana. 

Las minas y el basurero de Santa Fe

Durante la Revolución, Santa Fe se convirtió en una zona bajo el control de las tropas zapatistas. Debido a los enfrentamientos constantes, muchas familias abandonaron sus hogares dejando el pueblo casi deshabitado. Para 1940, Santa Fe se convirtió en un área con muchos terrenos pero pocos propietarios.

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Casas alrededor de las minas de arena de Santa Fe. Foto: Entre Ladrillos

Esa disponibilidad de espacios llamó la atención de empresas mineras que adquirieron estos predios para extraer minerales de construcción. De hecho, cuando uno va camino a Toluca, parece que todo Santa Fe está incrustado en un inmenso socavón debido a los barrancos que provocó la extracción de arena.

Alrededor de 1950 la actividad minera comenzó a tener problemas para seguir operando, así que el gobierno tomó el control del gran barranco y lo convirtió en uno de los principales basureros de la ciudad. Esto provocó una migración masiva de personas que, al igual que en tiempos revolucionarios, abandonaron sus hogares debido a los problemas de salud que les provocaba vivir cerca de un basurero. Sólo se quedaron quienes no querían perder sus terrenos y algunas personas de bajos recursos que trabajaban como pepenadores.

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Vista del basurero de Santa Fe.

El basurero cerró alrededor de 1980 y dejó tras de sí una ola de marginalidad y desigualdad que pandillas como los Panchitos aprovecharon para crecer y operar sin ser perturbados por la policía. En ese momento, Santa Fe se convirtió en una de las zonas más conflictivas de la ciudad. Por eso el gobierno decidió construir allí el Centro de Readaptación Social Poniente, parecido a los que existen en el sur, norte y oriente de la ciudad. Aunque el proyecto no prosperó.

El crecimiento de Santa Fe

El renacimiento de Santa Fe sucedió en 1982, cuando la Universidad Iberoamericana construyó la unidad Ciudad de México luego de que tres años antes un sismo destruyera sus instalaciones en Coyoacán. El gobierno de Santa Fe donó los terrenos para construir este proyecto y, a partir de entonces, muchas empresas privadas pusieron su mirada allí por obvias razones. Solo personas con dinero podían mandar a sus hijos a estudiar allí, y eso era una señal de progreso.

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La Unidad Vecinal no. 1 del IMSS, una de las muchas unidades habitacionales que aparecieron en Santa Fe.

Muchos corporativos aprovecharon para comprar terrenos en esta zona que crecía de forma increíble. Quizá el golpe más grande fue la construcción del Centro Comercial Santa Fe en 1993. Y lo llamamos golpe porque su construcción significó el inicio de la desigualdad social. Según la historiadora de la Universidad Iberoamericana, María de Jesús Díaz: 

Muchos perdieron más de la mitad de su patrimonio y a otros les afectaron en algunos metros, les hicieron creer que les iban a pagar y no les cumplieron. Algunos firmaron creyendo que era para reposición de su dinero y después les dijeron que no, que habían firmado una donación, los engañaron.

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Esta es una foto de la Antigua Via a la Venta, no muy lejos de Santa Fe. Aquí nos podemos dar una idea de cómo se veía la zona antes de su crecimiento. Foto: @TamminenJuha

Para la primera década del 2000, Santa Fe ya no era sólo una ciudad de corporativos, el centro comercial la convirtió en un lugar atractivo para vivir y empresas inmobiliarias comenzaron la construcción de casas y departamentos de lujo, todos construidos en terrenos abandonados que casi nadie reclamó.

En menos de 20 años Santa Fe se convirtió en esa ciudad que a menudo parece tan ajena a la nuestra. Una ciudad aparte con un parque mucho más vistoso que la Alameda misma, con un lago apenas comparable con el del Bosque de Chapultepec. Si uno lo quiere ver así, el Parque la Mexicana es una metáfora perfecta del privilegio.

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Vista del Parque la Mexicana. Al fondo se ve uno de los barrancos producidos por la actividad minera. Foto: Wikipedia.

Desde La Mexicana se alcanzan a ver los restos inamovibles de las minas de arena y algunas casas que no le importaron mucho a los empresarios y que algún gobierno decidió ocultar detrás de una barda con alambre de púas. Ellos también viven en Santa Fe, pero uno que responde a otro ritmo y estilo de vida mucho más accesible. Así fue como esa utopía que Vasco de Quiroga construyó para proteger a los oprimidos la colonia se convirtió rápidamente en un sueño inalcanzable para los mismos marginados.

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