A lo largo de sus más de 500 años de historia, la ciudad de México ha sido golpeada varias veces por catástrofes naturales. Inundaciones, sismos y epidemias, entre otras calamidades, han causado mucho sufrimiento y mortandad entre sus habitantes. Sin embargo, estos sucesos también han representado puntos de inflexión en nuestra historia y nuestra vida que, a veces, nos han llevado a un mejor lugar, especialmente cuando hemos respondido individual y colectivamente con inteligencia, sabiduría, empatía y solidaridad. Por eso Local.mx hace un breve repaso por la historia de las epidemias y las pandemias que han azotado a la ciudad de México, para que podamos recordar y poner en su justa perspectiva lo que nos está pasando ahora, y así tomemos mejores decisiones hacia adelante, más allá del pánico y de la negatividad.

Aquí resulta necesario aclarar la diferencia entre epidemia y pandemia. Las epidemias son enfermedades contagiosas que se propagan por un periodo de tiempo concreto y en una región determinada, que afectan a más personas de lo esperado (el cólera y el tifo, por ejemplo). La pandemias, por su parte, son enfermedades nuevas que tienen una propagación mundial (como el vih y el coronavirus).

La época mesoamericana y la Colonia

Cómo siempre es el caso de la época mesoamericana, tenemos poca información. Se sospecha que los toltecas sufrieron la epidemia de un catarro pestilencial (posiblemente una influenza) en 1450 que mató a muchas personas y que los obligó a abandonar Tula. Y que los mexicas posiblemente padecieron de una epidemia de difteria en 1465.

Lo qué sí es de conocimiento público es que, durante la Conquista, los españoles y los esclavos afrodescendientes trajeron nuevas enfermedades al continente. Y como los indígenas no contaban con la inmunidad pertinente, esas enfermedades se transformaron rápidamente en epidemias y causaron millones de muertes, especialmente en el siglo XVI. En 1520, por ejemplo, se produjo una epidemia de viruela que le costó la vida a miles de indígenas, incluyendo a Cuitláhuac, hermano de Moctezuma. Los indígenas la llamaron Hueyzahuatl, que quiere decir la gran lepra. Once años después, ya en la Colonia, apareció el sarampión.

Como la mortandad con sarampión fue menor que la de la viruela, los indígenas la llamaron tepitónzahuatl o pequeña lepra. El Códice Telleriano habla de otro brote de viruela unos años después: “Este año de siete conejos y de 1538 murió mucha gente de viruela” y representan gráficamente la enfermedad mostrando a unos hombres cubiertos con el cuerpo de manchas negras. También hubo una epidemia llamada matlazahuatl, que ahora se conoce como tifus o tabardete, de brotes periódicos que diezmaban a la población. Los códices indígenas representan a los enfermos de matlazahuatl con la piel cubierta con manchas parduscas.

El cocoliztli

Sin embargo, la epidemia más devastadora y de mayor mortalidad en la historia de la ciudad fue la llamada cocoliztli, que en náhuatl significa literalmente plaga o epidemia. Esta se presentó en 1545 y 1576 y sus síntomas eran fiebre alta, dolores de cabeza y sangrado de ojos, boca y nariz. Los enfermos morían al cabo de tres o cuatro días de haberse contagiado.

Aunque aún no se sabe con exactitud qué enfermedad era, se cree que era una combinación de gripe hemorrágica, fiebre amarilla, icteroespiroquetosis, infecciones virales, paludismo, tifus y tifoidea. En estudios más recientes se afirma que era salmonella entérica Parathypi C, bacteria que causa la fiebre paratifoidea, a partir de muestras que tomaron de los dientes de los esqueletos de las víctimas.

cocoliztli

Fray Bernardino de Sahagún describe que en: “el año de 1545 hubo una pestilencia grandísima y universal donde, en toda esta Nueva España, murió la mayor parte de gente que en ella había. Yo me hallé en el tiempo de esta pestilencia en la ciudad de México, en la parte de Tlatelolco, y enterré más de 10 mil cuerpos.”  Se calcula que fallecieron más de 80 mil ese año, casi todos indígenas. Pero el peor brote de cocoliztli se dio entre 1567 y 1578 cuando se extendió por todo el país y hubo más de dos millones de muertos. Cuentan que los pueblos quedaron desolados, con los campos, las minas y las industrias abandonadas. El Virrey tuvo que condonar impuestos y alcabalas, que, por otro lado, eran incobrables ante el estado del país.

En el Códice de 1576, los indígenas la describen así: “en agosto estalló la peste, la sangre salía por las narices, los frailes nos confesaban y nos dieron permiso para comer carne, los doctores nos curaban”. En sus códices representan la enfermedad con un indígena sangrando copiosamente por la nariz y una figura de la muerte con una cruz. Dato curioso: Los indígenas fueron los más afectados por esta enfermedad, los afrodescendientes en menor escala, y los españoles los menos. Esto es en parte atribuible a las condiciones más deficientes y precarias en las que vivían los indígenas, que eran el sector más marginado de la sociedad.

Epidemias en el México independiente

 Aunque partir de la segunda mitad del siglo XVII inició un periodo de recuperación demográfica, las epidemias de viruela, cólera y tifus siguieron apareciendo esporádicamente durante la época virreinal. Ya en el México Independiente, a 1833 se le conoce como el año de la cólera: en ese año se presentó una epidemia tan devastadora que mató a 324,000 personas en todo el país. En la Ciudad de México, el primer desceso ocurrió el 6 de agosto de 1833 y a la semana siguiente tuvieron lugar las fiestas de Santa María La Redonda, donde la comida, la bebida y la falta de higiene se convirtieron en el principal foco de contaminación. Dos días después de esto, sepultaron 1200 cadáveres en 24 horas.

Guillermo Prieto describe la situación amarga por la que pasaba la ciudad en aquellos tiempos: “Lo que dejó imborrable impresión en mi espíritu, fue la terrible invasión del cólera en aquel año. Las calles silenciosas y desiertas en que resonaban a distancia los pasos precipitados de alguno que corría en pos de auxilios; las banderolas amarillas, negras y blancas que servían de aviso de la enfermedad, de médicos, sacerdotes y casas de caridad; las boticas apretadas de gente; los templos con las puertas abiertas de par en par con mil luces en los altares, la gente arrodillada con los brazos y derramando lágrimas… A gran distancia el chirrido lúgubre de carros que atravesaban llenos de cadáveres… Todo eso se reproduce hoy en mi memoria con colores vivísimos y me hace estremecer.”

Siglo XX

La famosa influenza española atacó nuestra ciudad el 1918, casi a finales de la Revolución Mexicana y de la Primera Guerra Mundial. Esta pandemia afectó a todo tipo de personas sin distinción de edad. Los síntomas iban desde fiebre intensa hasta hemorragias nasales, y los infectados morían principalmente por problemas broncopulmonares. En todo México murieron alrededor de 300 mil personas y sólo en la ciudad alrededor de 7 mil. El 24 de octubre, el periódico El Universal recomendaba:

“Alejarse de toda persona que tosa, escupa y estornude sin pañuelo. Evitar sitios muy concurridos. No usar los platos o toallas utilizados por otras personas, a menos que hayan sido lavadas con agua hirviendo. No poner los labios en las bocinas de teléfonos, ni llevarse a la boca los lápices u otro objeto utilizado por otra persona. Estar al aire libre y a la luz del sol el mayor tiempo posible, utilizando ropa bien abrigada. Dormir en cuartos ventilados, caminar en vez de usar el tranvía, lavarse la cara y las manos al llegar a casa. En caso de enfermedad, acostarse, permanecer aisalado y llamar de inmediato al médico”.

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Hasta el 2 de enero de 1919 se anunció el final de la pandemia. El encabezado del periódico decía: “Medio millón de muertos…¡Pasó su majestad la influenza”.

La siguiente pandemia del siglo XX fue desde luego la del VIH/SIDA. El virus de inmunodeficiencia adquirida se manifestó por primera vez en nuestra ciudad en 1983, cuando diagnosticaron tres casos en el Instituto Nacional de Nutrición. Detectaron que los pacientes eran hombres que tenían sexo con otros hombres y que habían tenido contacto con extranjeros. Por ello, al principio se pensó que el VIH/SIDA atacaba exclusivamente a homosexuales y se le bautizó erroneamente como “la peste gay”. Allí se desataron injustamente muchos prejuicios y violencia dirigido a este grupo. Hubo grupos religiosos que incluso lo consideraron como un castigo divino, y muchos hospitales negaron darle atención médica a los enfermos en los departamentos de urgencias. De igual manera, el Gobierno mexicano no reconoció oficialmente la presencia de la enfermedad hasta 1985.

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Esto fue cambiando. Poco a poco los médicos y los investigadores descubrieron que el VIH/SIDA ataca y debilita el sistema inmunológico de las personas y por eso el afectado se vuelve presa de un sinfín de enfermedades oportunistas que pueden causar su muerte. Como el virus se propaga a través de fluidos corporales como el semen y la sangre, el contagio ocurre principalmente durante el sexo anal o vaginal sin protección o al compartir agujas para inyectarse drogas. Los grupos de alto riesgo son hombres que tienen sexo con otros hombres, transexuales, trabajadores sexuales y usuarios de drogas inyectables. Sin embargo, se demostró que tanto heterosexuales y homosexuales, hombres y mujeres son vulnerables.

De acuerdo con los datos del Censida, desde 1984 hasta el 2019 se han registrado 44 mil 162 casos en la ciudad de México. Afortunadamente hoy ya existe tratamiento, más no una cura, y pasó de ser una enfermedad mortal a ser un padecimiento crónico.

Siglo XXI

La última pandemia que nos atacó (antes del Covid-19) fue en el 2009. El virus AH1N1 o gripe porcina, como también se le conoce, es una enfermedad respiratoria aguda y muy contagiosa causada por el virus de la influenza tipo A en cerdos. Curiosamente, los primeros casos se registraron en México y de aquí se diseminó a Estados Unidos y Canadá, España, Inglaterra y Nueva Zelanda. Como el número de contagiados y de países afectados siguió creciendo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) la declaró una pandemia mundial tras haberse registrado más de 30 mil casos en 74 países diferentes. En México, al final de diciembre del 2009, se habían acumulado casi 70 mil casos confirmados y alrededor de mil muertes. Los síntomas de este virus son similares a los de la gripe humana normal y pueden incluir fiebre, letargo, falta de apetito, tos, secreción nasal, dolor de garganta, náuseas, vómitos y diarrea.

Ahora nos enfrentamos al coronavirus (Covid-19). Lo primero que podemos aprender de la historia de las epidemias y las pandemias es que cuando llega una nueva enfermedad, las personas reaccionan con miedo y prejuicio, pero ello va cambiando a partir del entendimeinto de las vías de contagio, de las maneras de protegerse y del descubrimiento de tratamientos. Por eso, tenemos que pasar lo más rápido posible del pánico irracional al entendimiento, y del instinto de sobrevivencia e individualismo al apoyo mutuo y la solidaridad. También podemos aprender que las epidemias y pandemias no duran para siempre. Tienen naturalmente un día de llegada y un día de partida, o incluso se les encuentra una cura. Así que ánimo, lo que estamos viviendo hoy no durará para siempre.

#quedateencasa