En el folclor de la ciudad hay un lugar muy especial para los camiones modificados, porque nunca falta uno que destaque en las avenidas. Pero entre todos esos queremos resaltar a los miembros del transporte público, esos a los que simplemente llamamos “camiones chidos”.

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Foto: vía Camiones chidos en facebook.

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Foto tomada del libro ©Súbale hay lugares.

Las modificaciones son la forma en que los choferes demuestran cariño por sus autos. En el caso de los camiones chidos, tunear un autobús, una combi o un micro es decorar el espacio de trabajo que casi es una casa y, como dicen algunos camioneros, es hacer de su trabajo su pasión. Por eso cuando te subes a uno de estos parece que entras a una dimensión de luces neón y música a todo volumen. Es el ambiente donde eligen pasar su jornada laboral de ida y vuelta por la ruta. Pero ¿cómo inició todo esto?

Los primeros camiones chidos

El Grupo Moyada es un club de apasionados del transporte público en la ciudad y según sus miembros el modelo que inició toda esta afición fue el Delfín de la Ruta 100, que al igual que los cocodrilos, las ballenas y las cotorras formaron parte de la zoología motorizada de la ciudad (antes de los peseros). El Delfín apareció en 1973. Era de manufactura mexicana y desde que salió fue considerado un servicio de lujo. Tenía ventilación en el techo y asientos de vinil amplios y cómodos donde todos cabían sentados. De hecho, en ese momento la Ruta 100 no permitía llevar gente parada.

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Este es uno de los primeros delfines que transitaron en la ciudad. Esos que tenían un servicio de lujo. Foto: John Lebeau.

Para finales de los setenta, los delfines tuvieron tanta demanda que su lujo se fue desvaneciendo. Desde la fábrica reemplazaron los cómodos asientos por unos de fibra de vidrio e hicieron los pasillos mucho más amplios para poder subir hasta 41 pasajeros, algunos sentados pero la mayoría parados colgando de la escalera de la entrada y salida. Por supuesto, algunos choferes aferrados decidieron conservar el lujo original de sus delfines y los siguieron arreglando hasta el final. Así nació la pasión por los autobuses que pronto se extendió a todas las formas de transporte público. Así nacieron los camiones chidos.

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Delfín de la Ruta 100 ya con los asientos de fibra de vidrio y pasillos anchos.

Y así como hubo quienes decidieron mantener sus delfines intactos, también estaban los que hicieron de ellos un espectáculo de luces. Durante toda la década de los ochenta y hasta mediados de los noventa, las calles de la ciudad eran un carnaval de camiones que tenían luces hasta en la punta de las antenas. Pero cuando la Secretaría de Movilidad (con Mancera) decidió unificar la cromática del transporte público , la cosa se puso difícil para los vehículos tuneados.

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Para recordar los días en que los camiones chidos transitaban por la ciudad, basta con ver algunos ejemplares de Acapulco donde todavía existen como un atractivo turístico.Foto tomada del libro ©Súbale hay lugares.

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Foto tomada del libro ©Súbale hay lugares.

Los camiones chidos de hoy

Aunque a primera vista las combis,  micros y autobuses son muy parecidos, sus choferes encontraron la forma de darles su toque personal. Cada ruta tiene un logo y un color que las unidades deben llevar a fuerza, pero si uno  mira con atención, cada uno es distinto. Hay quienes les ponen faldones en los parachoques para que se vean chaparros; también les ponen spoilers en la parte trasera o les cambian los faros originales por unos con más potencia. 

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Foto: vía Camiones chidos en facebook.

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Foto: vía Camiones chidos de todo México en facebook.

Otros camiones resaltan porque ostentan en su parabrisas un nombre. En el oriente, por ejemplo, están el Travieso, el Buccaneero y el Dueño de nada. También puede que las unidades pertenezcan a un club como “el Bellakito’s, uno de los más populares entre los apasionados de los camiones.

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Foto tomada del libro ©Súbale hay lugares.

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Foto: vía Camiones chidos de todo México en facebook.

Cuando el chofer se parece al camión (y al revés)

Eso sí, cuando un chofer empieza a modificar su camión no hay marcha atrás. Hay un momento en que la máquina y el camionero se convierten en un una sola cosa.  Sólo basta que uno mire de reojo por el retrovisor para darse cuenta de quien maneja es muy parecido a su camión. Incluso puede que la ropa coincida con las estampas de la carrocería. Como pasa con sus combis o camiones, el rostro de los conductores puede ser cuadrado, redondo, con los ojos bien abiertos o medio cerrados. Así, cuando uno va en un camión que parece tener carita sonriente, puede estar casi seguro de que va en buenas manos.

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Foto tomada del libro ©Súbale hay lugares.

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Foto tomada del libro ©Súbale hay lugares.

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Foto tomada del libro ©Súbale hay lugares.

Cualquiera que sea su distintivo, el impacto que estas unidades causan en los pasajeros es innegable. Hay camiones que recordamos más que otros, o que queremos o odiamos más que a otros, ya sea por su comodidad, sus luces de neón o incluso por el playlist del chofer ––y es justo esa impresión la que lo convierte en un camión chido. 

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