La estatua de Charles Chaplin en el parque (¿o jardín?) homónimo de la delegación Venustiano Carranza es sólo un ejemplo de la soledad y el deterioro en el que viven otros monumentos de la ciudad. Al igual que la ballenita de San Simón o nuestro querido pez que, a pesar de la mano de pintura que le dieron, sigue siendo el más triste de la ciudad; este Chaplin de metal luce anacrónico y cansado rodeado de graffiti, smog y bolsas de basura. Sin embargo es Chaplin, así que la melancolía le queda bien, y el entorno recibe un toque de humor silencioso.

Charles Chaplin y el metro

El parquecito tiene una ubicación atropellada. En sus buenos tiempos obtenía sombra de una enorme jacaranda y algunos pinos, pero ahora parece sepultado por el concreto y el metal torcido de los puentes de la avenida Río Consulado. A la estatua la construyeron en 1982, siete años después de que la muerte de de Chaplin. Víctor Gutiérrez, autor de la escultura, dice que hasta hace unos años la delegación dejó de ponerle atención al parque. De ahí que ahora está tan abandonado. Si uno pasa por ahí podría pensar que se trata del jardín de una casa o un terreno baldío que la delegación intentó salvar con una capa de pintura.

parque con graffiti

A veces los vecinos se organizan para limpiar el parque para darle un buen aspecto a la zona.

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chaplin estatua

Además de la placa de nomenclatura, a Chaplin también le robaron su característico bastón que hoy más bien luce como un puro en su mano.

Desde su nicho de concreto pintado Charles Chaplin ha sido visto accidentes viales y, por qué no, promesas de amor como la de Chucho y Carla, quienes usaron un plumón para pintar sus nombres a los pies de la escultura. También vio cómo robaron la placa donde decía que el monumento y el parque eran un homenaje a uno de los actores más importantes del cine. La estatua de Chaplin tiene un semblante extraño pero atinado; sonríe con una mirada es triste. Como si a las luces de la ciudad o a los tiempos modernos ya nos les importara nada su legado. Por eso esperamos que, por lo menos, le den una mano de pinturay de pronto quizás alguien vaya a visitarlo. Queramos a nuestras estatuas.

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