Cuando uno entra al Palacio de Hierro en el Centro Histórico conviene mirar hacia arriba. Ni siquiera sus mercancías resultan tan atractivas como los vitrales centenarios de Jacques Gruber que cubren lo que algún día fue el patio del Palacio.
Hoy el Palacio de Hierro es uno de esos edificios que uno da por sentado. Para el ojo inexperto, su arquitectura art nouveau se confunde con la de otros edificios que lo rodean, pero en 1888, cuando el Palacio llegó a la ciudad, era toda una sensación. Como muchas otras construcciones del Centro Histórico, el Palacio de Hierro llegó a México por el capricho afrancesado de Porfirio Díaz.
Su estructura de hierro fundido (de ahí su nombre) es similar a la que usaron para la Torre Eiffel y el Puente de Hierro en Ecatepec. El diseño original incluía enormes ventanales pensados para que los transeúntes vieran el interior del almacén desde cualquier punto de la calle. La tendencia de poner escaparates en las plazas comerciales también vino de París y le dio un aire de modernidad al Centro Histórico.
La historia del vitral
El 15 de abril de 1914 un incendio destruyó el Palacio de Hierro casi por completo. Para restaurarlo contrataron al arquitecto Paul Dubois, quien exaltó lo detalles art nouveau y agregó otros en art deco. Durante la reconstrucción también agregaron los vitrales para poder ampliar el almacén hacia el patio, donde la luz natural hacía lucir mejor las mercancías y le daba un toque más alegre a la tienda, que antes del incendio era demasiado oscura.
Jacques Gruber, ebanista, artista plástico y maestro vidriero francés, fue el encargado de fabricar el vitral emplomado. Lo hizo en el poblado de Nancy, Francia, famoso por sus vitrales que le dieron todavía más presencia al art nouveau. La obra de Gruber ya tenía buena reputación en nuestro país porque, seis años antes, en 1908, le comisionaron el vitral Tiffany del Gran Hotel de la Ciudad de México. El vitral del Palacio llegó a la ciudad desarmado y en cajas de madera. Todas las piezas estaban numeradas para que un grupo de personas supervisadas por un técnico francés pudieran ensamblarlas fácilmente.
Gracias a los diferentes colores del vitral la luz dentro del Palacio de Hierro cambia su tonalidad durante todo el día. Al medio día, por ejemplo, cuando el sol está en su punto más alto, el Palacio tiene una iluminación amarilla. Por la tarde es roja y púrpura, pero hay tanta luz artificial que mejor hay que voltear a verlos.
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