En Monterrey y Álvaro Obregón está Gráficas Quintana, donde el quehacer es de acero, plomo, tinta y grasa. Es uno de los pocos locales de imprentas del siglo pasado que nos quedan en la ciudad.
El señor Carlos Quintana fundó Gráficas Quintana hace más de 30 años. Pero él empezó a trabajar en el oficio cuando tenía solamente 11 años –A su primera máquina le llamaba “borrachita” porque funcionaba con alcohol. Aunque murió hace 15 años, su hija Cristina maneja el negocio con el mismo compromiso y apego que su padre.
Gráficas Quintana lleva en este mismo sitio 30 años, y por lo tanto tiene historias. La imprenta sigue funcionando, en gran parte, gracias a Cristina y el Sr. Buendía, a quien el fundador empleó cuando tenía (también) solo 11 años. Él se viste muy bien y fuma mientras trabaja al lado de un pequeño altar que le tienen al Sr. Quintana. Cristina atiende a los clientes y a Buendía se le ve trabajando en la foliadora y sabe muchísimas cosas del oficio, mismas que está dispuesto a compartir a quien se de una vuelta por allí.
En un rincón hay dos prensas Heidelberg de mediados de siglo. Una funcionaba para imprimir cosas pequeñas, como tarjetas de presentación o de regalo, y la otra para productos doble carta. Hace un año, un grupo de alemanes llegó porque quería imprimir con este tipo de prensa, oriunda de su país pero al parecer extinta. En Gráficas Quintana, la única persona que sabía manejar las Heidelberg –el señor Ángel– les enseñó a usar los móviles y la prensa y ellos mismos hicieron su proyecto editorial. Desde que Ángel murió no hay quien maneje las máquinas; de hecho están buscando quien lo haga, pero no es tarea fácil. Mientras tanto uno puede pasar a ver cómo funcionan las tipografías móviles diminutas y precisas de plomo (que ya sólo se consiguen Tipos y Estadísticas o en La Lagunilla) o los moldes y las otras prensas.
En los estantes de Gráficas Quintana hay papel, tinta, carpetas. Guardan las facturas desde que llegaron a este local, en 1989. Hay un instinto de conservación. La historia es la entraña de este lugar y de ahí parece venir lo bien hecho de su trabajo y el buen servicio. Aquí uno puede tener la confianza de que las cosas saldrán bien: los servicios que ofrecen son offset, grabados en acero, sellos de goma o encuadernaciones. Pero en realidad Cristina recibe a sus clientes con la intención de solucionar lo que sea que traigan en mente.
Su futuro es incierto, aunque se mantienen como pueden. Han estado a punto de cerrar algunas veces, pero Cristina dice: “estoy demasiado arraigada a esto. Comencé a los 14 y mi papá a los 11”. Y sí, son muchos años en esta suma; son los que los respaldan. En Gráficas Quintana conocen bien el oficio, lo procuran y lo tienen entre las manos.
Los móviles, los moldes y las prensas siguen allí porque saben que muy pronto alguien los necesitará (ojalá que alguno de nosotros).
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