Siempre hemos medido el tiempo, como pretendiendo que lo entendemos. Y las formas de cronometrar cambian como cambia la cultura. En el año 2019 la mayoría cargamos la hora y los días en el bolsillo. Los menos, los más anacrónicos, lo llevan en la muñeca o cuelgan el tiempo en la pared.

¿Y por qué no dedicarle algunas palabras a ese calendario de pared al que le vamos arrancando las hojas? Es preciso dedicarle unas palabras al calendario y a quienes lo fomentan: en la Ciudad de México, La Chulita lo hace como pocos.

la chulita

Mauro Fuentes es el almanaquero dueño de La Chulita. Hace casi cien años su abuela comenzó con este puesto de periódicos que brilla por sus calendarios: los hay de pared, de escritorio, de pergamino y con diseños variados; imágenes de caballos, perritos, bebés, mujeres… pero sobre todo diseños de Jesús Helguera, el maestro del arte calendárico.

Durante casi medio siglo, los calendarios de Jesús Helguera colgaron de las paredes de las casas mexicanas con sus personajes como de la época de oro del cine mexicano.

Ya son pocos puestos los que los venden y sólo La Chulita los tiene variados.

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Esta esquina de Tacuba y Filomeno Mata no sería la misma sin este puesto irresistible al paisaje del Centro Histórico, entre el MUNAL y el Palacio de Minería.

Desde su puesto, quién sabe cuántos rostros, cuántas cosas, Mauro Fuentes no ha visto pasar. Como lo hizo su mamá y su bisabuela.

El señor Mauro vende un objeto en el que hay que reparar: inventario de la trivialidad, regalo entre locales, señal de confianza al cliente, decoración que “alegra a plazo fijo el mismo rincón”.

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