En las noches de lluvia, los bosques aledaños a la ciudad se encienden con diminutas luces de luciérnagas que buscan pareja. Hasta hace poco se creía que las luciérnagas habían desaparecido de la ciudad por la contaminación y las pocas áreas verdes que tenemos. Pero no es así. Afortunadamente todo cambió cuando la Fraternidad Naturisa Ecologista de la Sierra de Guadalupe reportó que justo esa zona se estaba repoblando con luciérnagas. Pero también están en la zona de volcanes, en el Ajusco y las zonas boscosas de Tlalpan, donde la luminosa mancha urbana todavía no abarca todo.
A diferencia de los machos que brillan mientras vuelan, el único momento en que las hembras luciérnagas emiten luz es cuando eligen a su pareja. Para atraer al macho que eligieron con calma, imitan el patrón de luces que éste emite. Es como si le llamara por su nombre.
Su bioluminiscencia es un proceso químico que se produce en el abdomen gracias a una sustancia llamada luciferina, que emite luz al entrar en contacto con el oxígeno. Lo impresionante de esta sustancia es que, a diferencia de otros cuerpos luminosos de la naturaleza, no produce calor. Toda su energía la utiliza específicamente para brillar. Algunos científicos están tan fascinados con este fenómeno que consideran que el nombre magos –que las luciérnagas reciben en su etapa adulta–, les va muy bien.
Como muchas otras especies en la ciudad, las luciérnagas también están amenazadas. Una de las causas principales de su desplazamiento es la contaminación lumínica. Aunque a menudo son descritas como “las estrellas de los bosques”, estos insectos simplemente no pueden competir contra los anuncios espectaculares o las lámparas de las calles. Para que puedan encontrar pareja, las luciérnagas necesitan un terreno completamente oscuro donde lo único que brille sean ellas. Por ello si alguien las visita en algún bosque o santuario, recomendamos no llevar lámparas ni usar el celular.
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