La Hija de los Apaches tiene casi 70 años y sigue intacta. El aspecto de la calle definitivamente no invita a nadie a entrar por curiosidad, pero si te gusta el pulque y la tradición, hay que hacerlo. Adentro hay buena música, buen ambiente y buen pulque.
Todo el lugar está adornado con el rostro de Epifanio Leyva o “Pifas”, el dueño, que en sus buenos tiempos fue campeón de boxeo. El Pifas está allí casi siempre, corpulento, imponente y viejo, y si te acercas a hablarle te responde con una sonrisa y brinda contigo con una botella de agua. El box fue uno de sus muchos empleos, don Epifanio fue ebanista, quinielero en el Hipódromo de las Américas, vendedor de línea blanca y, cuando se presentó la oportunidad, fue el encargado de seguridad en las pulquerías que frecuentaba.
Después de unos años de trabajar sacando borrachos de pulquerías, decidió comenzar su propio negocio. Pifas asegura que las pulquerías son su trabajo perfecto, pues allí encuentra dos de sus grandes pasiones: el alcohol y el pleito. Aún con esto, la Hija de los Apaches es un lugar pacífico al que cualquiera puede entrar. En la pared hay un sinfín de fotografías que hacen alusión al box, pero don Epifanio ya no soporta que haya pleitos en su pulquería. Para él, una pulcata es un espacio a donde uno va a hacer amigos, así que si por algún error se le ocurre comenzar una riña, el personal de seguridad le pedirá que se retire.
Como en toda buena pulquería, en la Hija de los Apaches tienen pulque blanco y curados. La familia de Pifas se encarga de atender el establecimiento. Su hija, por ejemplo, prepara los curados, y verla es una experiencia casi hipnótica; hace pulque de crema de nuez, avena, mango o frutos rojos. Luego, para llevar los pulques hasta la mesa de los comensales, los meseros afianzan los tarros y llevan al menos tres en cada brazo sin tirar una sola gota.
La música de La Hija de los Apaches
Hay rocola. Pero los martes y los jueves tienen un grupo en vivo que toca salsa a partir de las cinco, y las parejas se paran a bailar a la pista de baile.
A la Hija de los Apaches hay que llegar temprano, o al menos a buena hora, pues la barra deja de funcionar a las 10 de la noche. Los martes y los jueves, cuando la banda toca “Aguanilé”, es momento de desalojar el local.
[snippet id=”57125″]
.
Más en Local.Mx
Xóchitl: la pulquería que servía a los revolucionarios en Santa María la Ribera