Hace un par de meses, si uno tocaba el timbre del número 4 de Dr. Enrique Martínez 7, en la Santa María la Ribera, los artistas Diego Beyró y Carleti López Traviesa –y su perrita Roma– te recibían como se recibe un amigo en casa. Pero esta casa no era equis casa (aunque su nombre diga que sí), sino una llena de arte fresco a la venta. Así comenzó Casa Equis, y a un año de haberlo hecho, estrena un nuevo local a pie de calle, en el mismo edificio. Es un espacio amplísimo, ventilado y luminoso, con arte por donde quiera. En el centro hay una cafetería con comida rica, café y tragos a buenos precios. Al fondo, una salita de exposiciones individuales.
En las paredes hay arte; en las mesas, los estantes, las barras… Toda la obra es gráfica. Hay dibujo, ilustración, pintura y foto que cuestan desde mil hasta 20 mil pesos –la mayoría está entre 3 mil y 6 mil–. Estos precios varían sobre todo por el formato pero también por la trayectoria. Allí uno encuentra obra de artistas jóvenes, algunos más conocidos que otros, que trabajan con pintura, dibujo, fotografía y collage. Por lo mismo, las obras siempre se están moviendo.
El criterio para seleccionar a los artistas (o más bien la obra) es muy personal, casi como la de un coleccionista. “Preferimos que la obra sea gráfica, no conceptual; obra que pueda ser apreciada por alguien que no está dentro del mundo del arte, porque eso es parte de la intención del espacio” dice Carleti. “Pero que tampoco sea meramente decorativo”. Los anfitriones están en una constante búsqueda y receptivos a nuevas propuestas.
Por otro lado, las muestras individuales funcionan así: aveces son de artistas que invitan a tomar el espacio y experimentar un poco más. Otras son el resultado de los artistas que hacen residencia artística en el departamento de arriba, donde estaban antes. Los residentes, que encuentran allí un espacio de trabajo muy ameno, suelen cerrar con una exposición individual.
Todo el espacio se siente como un taller abierto. Como un espacio de reunión generoso; es ideal para ir a trabajar, tomar un café, desayunar. Esta casa sin nombre ni apellido, tome el espacio que tome, es aire fresco, cotidiano e intuitivo. También es honesto: sus paredes son una genuina y abierta invitación a coleccionar.
Vayan todos a conocer, tomar algo (y, de paso, comprar cosas bonitas). Les aseguramos que van a volver. 🙂
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