Guillermo Tovar de Teresa murió en el 2013 y dejó tras de sí una inmensa colección de colecciones. Hay de los más variados temas, exquisitos objetos (muy a su estil0), replegados entre muros y cristales en la que fuera su casona en Valladolid 52, que ahora lleva el nombre de Casa Museo Guillermo Tovar de Teresa. Muy al margen de sus opiniones políticas o su postura cultural, hay que celebrar que su casa y el correspondiente jardín frondoso están abiertos a todo el que quiera curiosear por las riquezas de ese cronista, melómano, cinéfilo; incansable en su curiosidad de eras pasadas.
Un coleccionista es un cazador de alto nivel. Así se refería el propio Tovar de Teresa al contar la historia de sus posesiones, de las que no llevaba cuenta ni inventario en otro lugar que no fuera su privilegiada memoria. Al morir prematuramente la tarea más fantástica fue la de ponerle nombre y fecha a cada cosa. Aún ahora, varios años después de su partida, faltan de historia algunas solemnes piezas de pintura, y el inventario del enorme acervo continua.
Después de la muerte de Rafael Tovar, quien era el encargado del acervo, la Fundación Carlos Slim se hizo cargo del acervo. También digitalizaron las bibliotecas, la fototeca y el archivo de Guillermo Tovar de Teresa. Todo puede consultarse sin costo desde el Museo Soumaya en Plaza Carso.
En la casa, el acceso a la segunda planta está restringido, pero en la planta baja uno puede caminar libremente y llegar al jardín, entre vírgenes y santos de un barroco exuberante y una verdadera multitud de espejos. Tovar de Teresa era, entre otras cosas, un hombre de supersticiones, y en el marco de cada puerta colgó un abalorio de cristal para alejar las malas energías. También hay bocinas discretas por todas partes, para la música clásica que le gustaba escuchar a cualquier hora. Y una verdadera colección de arte virreinal y del siglo XIX mexicano.
En la biblioteca, tomos originales de Sor Juana Inés de la Cruz o el escrito mecanografiado de 100 años de Soledad. Muebles de concha nácar y estofados de santos; una virgen que dicen que era de la emperatriz Carlota, un ex voto del último monarca del virreinato, un chocolatero que perteneció a Maximiliano. Guillermo Tovar de Teresa empezó temprano en la vida a hacerse de cosas extraordinarias; su primer cuadro lo compró con sus domingos antes de cumplir 11 años: un San Francisco en éxtasis. Era tan grande que no cabía en ningún muro y tuvo que mandar a cortarlo.
Ahora su colección exquisita está abierta y uno puede recorrer su casa tranquilamente. Algo que tal vez no le hubiera gustado; los que lo conocieron describen su carácter discreto. Compartía su conocimiento generosamente, con publicaciones e investigación, pero sus tesoros permanecían custodiados. Cuando inauguraron el museo dicen que se fue tres veces la luz. La teoría de unos cuantos allegados imaginaba a un Guillermo furioso con la multitud de curiosos felices, viendo sus espejos venecianos y paseando a sus anchas en los jardines.
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