Ante la ley hay un guardián y ese guardián hace lo que le viene en gana; es capaz, como el artista, de transformar el estatuto de un objeto para llevarlo de un estado a otro, para hacerlo transitar de la ilegalidad a la legalidad. Extinción de Dominio, la más reciente exposición de Jonathan Hernández en kurimanzutto, da cuenta de las contradicciones nominales y formales en el tráfico de objetos confiscados por el estado mexicano a grupos que operan fuera del marco del derecho positivo.
Todas las piezas que componen la exposición fueron realizadas a partir de cosas que el artista compró en una subasta realizada en la colonia Pedregal, al sur de la Ciudad de México. Él sólo adquirió procedencias que el gobierno incauta al crimen organizado; sin embargo, nos cuenta que esas subastas ponen a la venta otro tipo de utensilios, como los que recogen en la aduana, “judíos y tepiteños se pelean por lotes de tazas, si les cuesta, digamos 10 pesos máximo, ya con una serigrafía los pueden vender en hasta 50 pesos”, explica.
Más que convertir los objetos adquiridos en obras ready made, Hernández los utiliza como medios que son reconfigurados en miras a su exposición. Reflexionar sobre los objetos y transformarlos en piezas le permite no sólo hacer evidente cómo una charola con rastros de cocaína puede ser adquirida mediante un documento que acredita su lícita adquisición, sino señalar cómo las obras de arte también transitan en marcos ilegales relacionados con la especulación que se hace en la galería y, por ende, en el mercado del arte.
El artista nos cuenta que no cree en la neutralidad. Cada uno de nosotros forma parte de la situación, no es suficiente con culpar al gobierno, también hay que asumir qué rol jugamos en las transacciones que realizamos cotidianamente. Ejemplo de esta intención es la pieza Vacíos de estado, un escenario al fondo de la galería al que los visitantes pueden subir para ver desde arriba el piso de cloruro de polivinilo rojo que ocupa todo el suelo del recinto. El piso es en sí mismo una pieza que se titula Diamantes de sangre. Pero el suelo no sólo trae al frente la estética kitsch presente en los escenarios de conciertos, también indica la localidad, la tierra, el país y las fronteras en las cuales se desarrolla la vida cotidiana.
Todos somos responsables, en diferentes modos, de los productos que consumimos. Sin embargo, la muestra no tiene un tono moral que nos indique lo que es bueno o malo, más bien señala que nadie es ajeno al paisaje en el que habita: ni el artista, ni el arte, ni el espectador escapan al modo de producción que tantos problemas sociales a causado en México y también en el mundo. Esa confrontación con el yo se acentúa cuando miramos una superficie negra que soporta un logotipo en relieve del partido político que gobierna el país. El color no sólo indica que un monocromo siempre pertenece a un contexto, también nos permite ver nuestro propio reflejo: lo que cada quien es ante el símbolo que interpreta.
Pero ¿en qué se diferencia la exposición de un periódico que da cuenta diariamente, en cada esquina, de la situación nacional? El artista contemporáneo no sólo produce objetos y pensamientos, también elabora metodologías de análisis que ofrecen una forma específica de observar los fenómenos a los que se aproxima. Esta postura genera una enorme distancia con las decimonónicas maneras de cierto tipo de periodismo nacional que sacrifican la crítica a favor de una ilusoria objetividad. Hernández, lejos de presentarse como un Prometeo que trae fuego al hombre, evidencia la paradoja de la información donde lo visible representa tan solo la punta del iceberg de una serie de relaciones personales y comerciales difíciles de asir.
La importancia de lo oculto, de lo que no vemos, de lo que dejamos de lado e ignoramos, se hace explícito en dos piezas. En la primera observamos sobre el muro de la galería una serie de navajas de las cuales únicamente vemos los mangos. La fila trae a la mente de una sucesión de momentos en las que pudieron ser utilizadas y que desconocemos. La segunda está literalmente oculta entre muros, el día de la entrevista coincidió con el montaje de objetos que el artista inventarió tras la subasta. El espectador tan solo encontrará un listado de lo que hay adentro. Tendrá que ser mediante un ejercicio de la libre asociación que concrete la imagen de las cosas enumeradas, las cuales, sin duda, se volverán visibles a partir de las experiencias previas del visitante.
Extinción de Dominio forma parte de Gallery Weekend 2016. Como parte de las actividades de Paper Works, el 24 de septiembre se presenta el libro Descabezados, un facsímil de una de las piezas de la exposición. Presentan Jonathan Hernández y Yuri Herrera a las 13 horas en el Auditorio del Museo Tamayo.
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