Detrás de la Glorieta de Insurgentes, en un edificio amarillo deslavado, se encuentra el King’s Casino. Esa noche entré y sobre una tarima improvisada se encontraban dos parejas y el anfitrión en lo que parecía un concurso de baile. “Agujetas de color de rosa” seguido por una cumbia. En esa ocasión, lo que me impactó al entrar al casino fue el concurso de baile y no el ruido aturdido de las maquinitas o las mentadas de madre de los clientes habituales del sports book.
-Está pichando Kershaw, del otro equipo batean el pitcher, el cátcher y el aguador, y aun así le meten 2 carreras al Señor Kershaw. Esto está truqueado. –fue la segunda cosa que escuché luego de la canción de los Hooligans.
Los jugadores de apuestas deportivas son característicamente paranoicos. Según ellos, los pitchers de las ligas mayores traen una venganza personal en su contra y se dejan perder para que los apostadores no cobren sus parlays de $50. El sports book de este lugar es particularmente triste: dos hileras de sillones individuales espalda con espalda, 6 televisores en ambos lados de la sala y 3 computadoras para meter apuestas en vivo (en caso de que ya des tu apuesta anterior por perdida). Yo prefiero no pasar mucho tiempo en esta sala, así que continúe por el pasillo hasta las mesas.
Póker, bacará, blackjack, ruleta y Ultimate Texas Hold ‘em son las mesas disponibles en la sala del King’s Casino. La gente aquí está un poco más viva que la del book o las maquinitas. Bromean con los croupiers, hablan entre sí, van con sus amigos o pareja, se emocionan cuando ganan, ríen y gritan. Es un Recórcholis para adultos.
Fui a la caja y compré $500 en fichas, mi intención era meter $2000 a la mesa del bacará pero estaba cerrada, así que me fui al blackjack. Apuesto $50 y se reparten las cartas, me dan un 10 y un 8, la casa tiene 4. Mi probabilidad matemática de ganar la mano es muy alta. Me planto, no pido más. El croupier se reparte a sí mismo; necesito mono, mono para que se vuele, se da 8, 3, 4: hace 19. En mi experiencia (aunque carece de sustento matemático o científico), cuando te hacen una guarrada así en la primera mano, mejor vete. No me hago caso y sigo jugando, 20 manos después pierdo los $500 iniciales. Voy por $500 más, ahora hay que jugar a la ruleta. Por lo general, me gusta apostar docenas o colores, pero como deseaba perder jugué números. Los otros jugadores tenían el mismo deseo de perder que yo, todas las fichas se veían acumuladas alrededor de un solo número que algún psicópata decidía que iba a caer y metía una apuesta considerable a su corazonada, todos los demás seguíamos al dinero del que apostara más fuerte. La primera mano fue al 20, yo metí alrededor de $100, entre todos debimos de haber apostado unos $5000 al 20, obviamente salió algo inútil como el 4. A ese ritmo, el dinero no dura, 3 manos después metí todo al 13 y salió 00. Abrieron la mesa de bacará, este es el único juego del King’s Casino en el que las posibilidades de ganar son 50/50. La desventaja es que sólo toman apuestas superiores a $500. Fui y compré otros $2000. Media hora después tenía $3500. Me fui a la mesa de póker, este es mi juego habitual, el Texas Hold ‘em, dónde gano el dinero que luego pierdo en las otras mesas.
Me siento y alguien me pregunta “¿De qué huyes?” –doy una respuesta fácil, algo como: “Prefiero pensar en números que en otras cosas”. Esta noche quiero perder y empiezo a jugar agresivo, las cartas tienen otro plan. La primera mano, tengo par de reyes, la subo. Johann, un coreano que también juega ahí habitualmente (le decimos Johann porque no sabemos pronunciar su nombre real), como de costumbre me paga todas las apuestas. En la primera mano ya voy $2000 arriba. La noche continúa así, gano y gano queriendo perder.
3 A.M. Johann ya está borracho y entusiasta como siempre. Un tapatío que estaba en un viaje de negocios sube la apuesta, Johann no lo puede evitar y la paga. El flop –las primeras tres cartas comunales- se abren: A, J, 10. Johann, impaciente, se brinca el turno del tapatío y apuesta all-in, todas las canicas. El gerente determina que porque Johann se brincó el turno, el tapatío tiene la opción de determinar la cantidad apostada y Johann está obligado a pagar, el tapatío apuesta $100 y Johann sin opción alguna, paga. La cuarta carta es una dama; el tapatío pasa, Johann apuesta all-in, aproximadamente $2000, el tapatío paga en seguida. Se abre la quinta carta y es un inútil 4, el tapatío muestra su mano: K J, es invencible, tiene la corrida nuez. Johann se levanta a hacer una rabieta, va con el gerente y demanda que revisen las cámaras para demostrar que lo han estafado, ésta es sólo su percepción borracha. Los demás jugadores se levantan, ya no quieren jugar sin Johann, que es nuestro mejor cliente. La mesa se cierra, voy a la caja y cobro $7000 pesos. Yo quería perder….
También en Local:
La Ciudad de México a través de sus afters