Corría la madrugada del 28 de julio de 1957 en la Ciudad de México. Era sábado en la noche y la gente bailaba en los centros nocturnos o dormía profundamente en sus casas. A las 2:43 am empezó a temblar y todo se interrumpió. Mucha gente salió despavorida a la calle para protegerse; algunos en sus mejores galas, otros en ropa interior. El sismo tuvo una duración de 100 segundos y causó un apagón de varias horas.
Hasta la mañana siguiente la gente empezó a enterarse de lo acontecido. El sismo había alcanzado una magnitud de 7.7 grados en la escala de Richter con epicentro en Acapulco. Se habían colapsado o dañado seriamente varias construcciones, entre ellas un edificio de Cantinflas en la esquina de Coahuila e Insurgentes, la Escuela Superior de Ingeniería y Arquitectura del Politécnico en Santo Tomás y un edificio de departamentos en la esquina de Frontera y Álvaro Obregón en donde habían quedado sepultadas varias familias. El saldo publicado en los diarios de la mañana era de 4 muertos, sin embargo, posteriormente se supo que el número de víctimas oscilaba entre los 59 y los 70 muertos, más un número indeterminado de heridos.
Pero la memoria colectiva que más ha perdurado de aquella tragedia es la caída de la Victoria Alada (o el Ángel, cómo nosotros lo conocemos) que coronaba la columna de la Independencia en el Paseo de la Reforma desde 1910.
En 1910, el General Porfirio Díaz había inaugurado esta escultura de bronce que el artista italiano Enrique Alciati esculpió, supuestamente inspirado en el rostro de Antonieta Rivas Mercado. 47 años más tarde, el Ángel se cayó desde lo alto de su pedestal aproximadamente unos 38 metros y se hizo pedazos al impactar con el suelo. Su cuerpo mutilado quedó inerte al pie del monumento y su cabeza, alas y brazos, uno de ellos sosteniendo la corona de olivo y el otro una cadena rota, quedaron diseminados entre los escombros.
Aunque el Ángel era una escultura hueca hecha de bronce y recubierta con una fina capa de láminas de oro, la leyenda cuenta que hubo personas que intentaron llevarse partes de su cuerpo porque creían que estaba fabricado completamente de oro. Sin embargo, la cabeza abollada de 250 kilogramos sobrevivió al hurto y quedó resguardada muchos años en las bodegas del Departamento del Distrito Federal.
Hasta la década de los ochenta transportaron la cabeza del Ángel a la antigua casa de los Condes de Heras y Soto (hoy Archivo Histórico de la Ciudad de México) en la esquina de Donceles y República de Chile. En el zaguán de la casa, en un modesto pedestal negro, descansa la cabeza parcialmente deformada y aplastada por el golpe mortal que recibió durante el sismo. Sin embargo, hace poco la prestaron temporalmente y está expuesta en el Museo Nacional de la Revolución como parte de la muestra Arquitectos de la Revolución.
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