Alguna vez el Bar Florida, la Cantina Tío Pepe y el desaparecido Manolo reinaban el Centro Histórico. Los 3 estaban abiertos desde la mañana, y por la tarde y noche estaban tan llenos que siempre había gente parada esperando lugar. El Florida, del que queremos hablar aquí, da la impresión de haber vivido tantas cosas que si hablará sería el mejor cronista (¿mejor que Monsi?) de la vida bohemia de la ciudad.
No es fácil conocer la historia del Bar Florida; no hay información en internet y los meseros son herméticos, como si le guardaran el secreto. Lo poco que pudimos saber fue por Martín, un vendedor de peluches que deambula afuera y que resultó ser ex mesero del bar hace 30 años.
“A veces llegaban las esposas por sus maridos directo con la bofetada. En una ocasión una mujer hasta las maletas le fue a dejar a su esposo”, nos contó Martín.
El Bar Florida abrió hace como 80 años, pero no se sabe con certeza. Lo que sí es que no ha cambiado al menos desde hace 40 años. Es de esos lugares donde sólo importa lo que pasa dentro y no se sabe qué hora del día es (no hay ventanas y hay muy poca luz). Al centro una rockola con infinidad de canciones ilumina el espacio; Los Yonic’s, Luis Miguel, Acapulco Tropical, Selena y toda la discografía de Los Tucanes de Tijuana. Enfrente hay una pista para bailar y una vasta barra. Lo demás son mesas pequeñas para hablar pegadito. Recomendamos ir en pares o en grupos chicos para estar más cómodos.
Mucha gente va sola. Algunos por una cuba al salir de la oficina, otros a bailar con extraños, a cerrar negocios o a tener una plática quedita. La PGR solía estar enfrente y los judiciales y abogados siguen siendo asiduos visitantes. Así, en el Bar Florida no se discrimina; gente de todos los niveles sociales son atendidos por excelentes meseros de esos que no necesitan apuntar la comanda y nunca se equivocan.
Los precios del Bar Florida también son cosa especial. Se bebe bien y se bebe económico.
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