Hoy en día, la Narvarte es sin duda una de las más populares y con mayor plusvalía en la CDMX; sin embargo, resulta casi risible pensar que hace apenas 80 años la Narvarte estaba relegada a la zona limítrofe de la ciudad, y las calles que hoy acoge arquitectura vanguardista, verdes camellones y centros comerciales, antes se reducían a un terreno húmedo e irregular.

Tras la desaparición del pueblo de la Piedad, su templo y hasta su río –que actualmente conocemos como Viaducto Miguel Alemán-; la Colonia Narvarte finalmente estuvo lista para hacerse de su propio pedazo de gloria en la historia del México moderno, al ser la sede del primer conjunto habitacional en la capital del país, precursor de la masificación de la vivienda a nivel nacional. Se trata de la Unidad Habitacional Esperanza, un complejo que a 72 años de su concepción aún destaca entre la contemporaneidad citadina, con sus 164 apartamentos diseminados en 10 edificios.

La historia de la Unidad Habitacional Esperanza no puede ser contada sin la de los migrantes españoles, quienes cruzaron el Atlántico en busca de una mejor calidad de vida en la década de los cuarenta. Tras los estragos de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), pero particularmente de la Guerra Civil Española (1936-1939); oleadas de refugiados llegaron al país huyendo de los horrores bélicos, situación que el gobierno aprovechó para consolidar su prestigio en materia de política exterior.

Simultáneamente, la densidad demográfica de la ciudad creció aceleradamente, como resultado de la migración del campo a la metrópolis. En 1940, el 70% de la fuerza laboral habitaba en espacios rurales, mientras que para 1970 ese porcentaje se redujo al 40. Paralelamente, la población total del país se triplicó en tan solo 30 años. A este periodo se le conoce como “el milagro mexicano”. Un intervalo de tiempo en donde el modelo económico nacional transmutó de lo agrario a lo industrializado y, en consecuencia, trajo consigo desarrollo y auge comercial. Pero también nuevas necesidades de vivienda y habitabilidad.

El visionario que puso la primera piedra de la urbanización en masa fue Don Ramón Ramírez Gómez. Inmigrante español graduado como economista por la UNAM y subdirector del Banco de Obras y Servicios Públicos; encabezó el equipo que trabajó en el proyecto piloto de la Unidad Habitacional Esperanza. El diseño, por su parte, quedó a cargo de Carlos Lazo (Ciudad Universitaria) y Antonio Serrato (Hospital de Zona), bajo los principios de “convivencia y respeto a la individualidad”. Apelando a dichos valores, una cualidad distintiva de la obra es que sólo se construyó el 25% del terreno, dejando el resto libre para la concepción de áreas comunes y recreativas. Este esquema de “espacio vacío” sería fundamental en la fecundación del resto de conjuntos habitacionales en México. 
Una vez terminado el proyecto e inaugurado en 1949; Ramírez Gómez invitó a sus compatriotas exiliados a hacerse de un departamento en la Unidad Habitacional Esperanza. De ahí su nombre, ya que para muchos significó el comienzo de una nueva vida, al otro lado del continente que les vio partir. Para adquirir las viviendas se solicitó un enganche y un esquema de pagos mensuales a 20 años. En aquel entonces, las tarifas quedaron fijadas por la cantidad de $255.5 pesos.

Más de setenta años han pasado desde que la Unidad Habitacional Esperanza abrió sus puertas, convirtiéndose en un oasis de calma en tiempos de guerra. Sus paredes, estancias y jardines cuentan un capítulo imprescindible en el desarrollo de la vivienda en México, algo que los residentes de la Narvarte –quizás los más longevos- atesoran profundamente. Está ubicada entre las calles de Xochicalco, Petén e Icacos, y definitivamente vale la pena apreciar su riqueza histórica y arquitectónica, aunque sea de lejos y por un momento.

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