Entre las calles arboladas y la calma urbana de Mixcoac, frente al icónico Parque Hundido, existe una casa que, más allá de sus muros, guarda los ecos de la infancia de uno de los poetas más ilustres de México: Octavio Paz. Este inmueble, que luchó contra el abandono y el olvido, pero hoy está siendo restaurado, fue el hogar donde el futuro Nobel de Literatura encontró las primeras semillas de su vocación. A través de su historia, la casa y el barrio que la rodea nos revelan una faceta íntima de Paz, profundamente arraigada en la memoria de una Ciudad de México que ya no existe.

Mixcoac: un barrio que inspiró

A principios del siglo XX, Mixcoac era todavía un barrio de tintes rurales. Conocido por sus calles empedradas, jardines amplios y un aire de tranquilidad provinciana, era un destino popular para las familias que buscaban escapar del bullicio de la creciente Ciudad de México. En aquel entonces, la colonia Nochebuena, donde se encuentra la casa de Paz, era un espacio semiurbano donde los trenes aún cruzaban los callejones y los cedros daban sombra a los paseantes.

En este contexto, la casa en la que Octavio Paz pasó sus primeros años estaba impregnada de cultura. Su abuelo, Ireneo Paz, un liberal comprometido, periodista, editor y escritor, poseía una vasta biblioteca que sería fundamental en la formación del joven Octavio. Es fácil imaginarlo ahí, un niño curioso explorando las páginas de libros que hablaban de historia, política y literatura, mientras las ventanas de la casa enmarcaban el Parque Hundido.

La casa: símbolo de una memoria en peligro

El inmueble, que alguna vez perteneció a la familia Paz, fue originalmente construido por Valentín Gómez Farías, figura clave en la historia política del país. Sin embargo, a pesar de su relevancia histórica y cultural, la casa ha caído en un preocupante estado de deterioro. Durante décadas, permaneció en disputa legal hasta que en 2019 fue desalojada y transferida a manos del gobierno de la Ciudad de México. El propósito declarado era convertirla en un espacio cultural, un proyecto que transformaría este vestigio en un lugar donde se pudiera celebrar el legado de Paz. Pero hasta hace algunos meses, el tiempo parecía haberse detenido: la casa estaba vacía, abandonada, amenazada por la humedad y el descuido, en un barrio que también enfrenta la presión del desarrollo inmobiliario.

El desalojo del inmueble fue un acto controvertido que enfrentó críticas y divisiones. Durante años, la casa había sido habitada por inquilinos que defendían su permanencia como un acto de arraigo. La expulsión de estas familias y la falta de avance en los planes de rehabilitación han dejado un vacío tangible, tanto en el espacio físico como en la narrativa cultural del lugar. ¿Qué significa, en un país como México, que los lugares donde vivieron sus grandes artistas y pensadores queden relegados al abandono?

Hoy la casa ha sido restaurada y se em completamente renovada. Sin embargo, aún no está claro cuál será el futuro de este inmueble.

La relación de Paz con Mixcoac

Para Octavio Paz, Mixcoac no solo fue el lugar de su infancia, sino un territorio simbólico que se infiltraría en su obra. En sus textos, Paz evocó frecuentemente la nostalgia por un México que se transformaba ante sus ojos. Su poesía y ensayos, impregnados de una profunda exploración del tiempo y la memoria, pueden rastrear parte de su origen en la atmósfera reflexiva y melancólica que respiró en su juventud en Mixcoac.

A pesar de que la colonia ha cambiado drásticamente desde aquellos días, algunas cosas permanecen. El Parque Hundido, con su peculiar diseño y sus cabezas Olmecas, sigue siendo un epicentro cultural del barrio.

Un futuro incierto para un pasado invaluable

El estado actual de la casa de Octavio Paz frente al Parque Hundido plantea preguntas sobre nuestra relación con el patrimonio cultural. Si bien existen proyectos para convertirla en un estudio-biblioteca que rinda homenaje a la vida y obra del poeta, el avance ha sido lento.

Octavio Paz escribió: “El pasado está lleno de noticias que no podemos descifrar; es un presente que nos oculta algo y nos lo da a conocer al mismo tiempo”. Quizás, en la historia de esta casa, se encuentra un llamado a descifrar esas noticias, a rescatar lo que todavía puede ser salvado y a recordar que la memoria de un poeta es también la memoria de un país. ¿Qué sería de un México sin sus poetas, y qué sería de sus poetas sin los lugares que los formaron?

La casa de Octavio Paz, con sus muros desgastados pero llenos de promesas, espera todavía que le hagamos esas preguntas. Y que, en nuestras respuestas, encontremos formas de no dejar que desaparezca.