Después de haber cometido un par de delitos, Peter Clemenza, uno de los mafiosos parte de la familia Corleone, pronuncia lo que puede ser la mejor frase del cine: “leave the gun, take the cannoli”. No sé cuántos lugares italianos puedan replicar aunque sea un poco de eso que sintió Clemenza, antes muerto que abandonar aquel dulce siciliano, lo que sí sé es que en Zimo las pastas hechas en su cocina se acercan lo suficiente.
Zimo, un restaurante recién abierto en la calle de Saltillo, en la Condesa, no necesita decir que son especialistas en pasta para servir platos dignos de los grandes banquetes de la mafia italiana. No solo tienen el expertise que viene de conocer no los grandes restaurantes en Italia, sino aquellos que no se encuentran fácilmente: una taberna en un edificio en ruinas, un bar dentro de un túnel, lo que menos esperamos se nos revela en un parpadeo.
Pero a diferencia de un restaurante oculto en la Toscana, una de las cosas que más llaman la atención de Zimo, en uno de los barrios con más movimiento de la CDMX, es el diseño: en colores claros como verde o madera, destaca la cocina si bien no abierta por completo, sí con grandes ventanas para que cualquiera pueda ver cómo preparan la masa. Su menú no es extenso, apenas con una selección cuidada de antipasti, pasta y platos fuertes, todos ideales para compartir.
Para empezar, una alcachofa con quinoa y aderezo de jerez y jocoque le da un toque diferente a las clásicas entradas: esta es fresca y ácida, ligera, abre fácil el apetito. Después, quizá lo mejor de las pastas: ravioles con queso mascarpone y limón, servidas con una salsa de mantequilla que, es increíble, pero sabe dar abrazos. De plato fuerte, el cordero a cocción lenta con tagliolini al burro es como subirse a una patrulla, sentir el peligro y viajar por una ciudad desconocida completamente oscuras. Para volver a nuestra realidad, ni buena ni mala, un bizcocho de pistache con acentos de albahaca es simplemente increíble.
Además de la comida —que por sí misma basta para ser un lugar excelente—, la selección de vinos es muy buena. No hay sorpresa ahí. Zimo se desprende de la solemnidad de los restaurantes italianos al organizar noches de vinilos: cada fin de semana los comensales pueden comer riquísimo y escuchar música única, de DJs invitados que mezclan y juegan con diversos géneros.
Abiertos apenas hace tres meses, descubrir Zimo por la casualidad que solo otorga caminar por diversas calles de la ciudad se siente incluso liberador, como si volviéramos a la época en la que llegar a aquellos tesoros gastronómicos solo era posible si alguien te decía que existía, casi como sucede en la mafia. Es probable que a partir de ahora —y ojalá así sea—, este pequeño restaurante se llene de gente lista para darse un viaje de ida y vuelta a Italia.
Martes y miércoles | 1:00 pm – 11:30 pm
Jueves, viernes y sábado | 1:00 pm – 1:00 am
Domingo | 1:00 pm – 8:30 pm